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 Diario de un Montaraz (por Edrahil)

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nadril

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MensajeTema: Diario de un Montaraz (por Edrahil)   Diario de un Montaraz (por Edrahil) Icon_minitimeMiér Oct 01, 2008 12:51 am

//Edrahil

Nombre: Edrahil, hijo de Adhril
Cultura/raza: Montaraz del Norte/Dúnedain.
Profesión: Montaraz (Explorador)
Altura: 1'91m
Peso: 89 kg.
Pelo/ojos: Negro/Grises
Género/edad: Varón/42 años
Conducta: Taciturno, reservado,melancólico...
Personalidad: Serio, reservado.
Motivación: Seguir los pases de su padre, expulsar el mal del Norte, devolver su esplendor a los dúnedain del Norte.
Alineamiento: Legal Bueno
Deidad: Oromë
Clases: Explorador, guerrero.
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MensajeTema: Re: Diario de un Montaraz (por Edrahil)   Diario de un Montaraz (por Edrahil) Icon_minitimeMiér Oct 01, 2008 12:51 am

//Edrahil

[Diario de un Montaraz del Norte

Madre, se que no compartes mi decisión. Sé que crees que seguir el camino de Padre me conducirá a su malhadado fin. Pero el hombre que hay en mí no puede negar quién soy. No deshonraré la memoria de Adhril, el valiente, de esta forma. No soy ya el niño que jugaba junto a tu telar, escuchando extasiado las historias con que Padre se deleitaba en contar junto al calor de la lumbre. Se que muy a tu pesar me he convertido en un joven con más inquietudes que cuidar de la derruida casa a la que llamamos hogar y vigilar las cabras mientras éstas pastan para alimentarnos con su leche. Manejo la espada tan bien como cualquier mozo de la comarca y mi puntería es buena, bien lo sabes, cuando traigo carne de caza a casa para variar nuestra monótona dieta.
Algo ha cambiado, Madre. Está cambiando. El Norte entero lo está haciendo. Los caminos ya no son seguros y más de los nuestros están cayendo en esta guerra sin fin que nadie nos agradece mantener. Quiero seguir los pasos de Padre. Y si esto me llevase a la muerte prematuramente, reza por mí a los valar, pero no te lamentes, porque habré cumplido mi destino con la hoja en la mano, defendiendo lo poco que nos queda y que, sin embargo, llevo con tanto orgullo en mi corazón.
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MensajeTema: Re: Diario de un Montaraz (por Edrahil)   Diario de un Montaraz (por Edrahil) Icon_minitimeMiér Oct 01, 2008 12:52 am

//Edrahil

Otoño

Las brumas han comenzado a tragar las tierras de Arthedain, a la par que las copas arbóreas sangran, derramando cascadas de hojarasca seca, como si despidieran los vástagos que un día engendraron con la savia de la madre tierra. El Norte se enfría. Y lo hace tan rápido que algunas de sus criaturas ya preparan los calientes nidos para pasar el invierno que se aproxima.
Las huellas permanecen más tiempo en el suelo frío. Llevo meses compartiendo campamento con estos hombres adustos y austeros, de gesto severo y mirada melancólica. Nadie ha emitido sonido alguno cuando las noticias llegaron de las montañas. Orcos. Huellas de trasgos y orcos, que bajan de las montañas. Nadie alza la mirada mientras El Capitán habla. Mara, una mujer de corazón indómito, ha accedido a hacerse cargo de mí y de algunos de los nuevos. He aprendido junto a ella cuanto se. Podría desaparecer en la bruma como humo barrido por el viento del Norte. Es más lo que mi embotada mente ha asimilado en estos meses a su lado de lo que jamás supe antes de unirme a esta silenciosa gente. Algo hay en su espíritu de contagioso, pues yo mismo me descubro pensando a menudo en las leyendas de los días antiguos, en antiguos reyes y fortalezas, en linajes legendarios y amigos inquebrantables. Hay una tristeza sin igual en este pueblo desheredado al que ahora pertenezco, así como una decisión inquebrantable: hacer pagar al enemigo por el mal que ha hecho.
Recorrer las sendas de Arthedain me libera. Desde la fértil comarca, dónde los despreocupados hobbits viven entre comidas abundantes y alegres fiestas de cosecha, hasta las quebradizas cumbres de las Montañas Nubladas, cuyo esplendor haría encogerse y temblar al más osado de los gigantes. En un principio creí que vivir en el bosque con los animales, dormir al raso en las frías noches de otoño y vagar entre ramas y malezas me hastiaría. Ahora comprendo la belleza que encuentran los primeros nacidos en las áreas salvajes. Ahora alcanzo a discernir la belleza de esta tierra nuestra y el empeño de mi gente por conservarla.
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MensajeTema: Re: Diario de un Montaraz (por Edrahil)   Diario de un Montaraz (por Edrahil) Icon_minitimeMiér Oct 01, 2008 12:52 am

//Edrahil

Tharbad en Llamas

Tharbad ha caído. Con los primeros fríos del invierno, tropas orcas comandadas por el Capitán Oscuro se hicieron con la plaza. Hubo pocos supervivientes. Poco pudo hacer el desguarnecido Norte para hacer frente a semejante amenaza. Nada de lo que nuestras exiguas tropas hizo pudo cambiar el curso de los acontecimientos. Llegaron de todos lados, como una marea negra, agostando los campos e incendiando las aldeas. Muchos hombres valientes murieron aquel día.
Los atacantes no ha permanecido en la ciudad. Lejos de conservar la plaza, han saqueado y destruido al más puro estilo de los orcos. Tribus de hombres del Este y Dunlendinos se unieron a ellos. Ahora sólo grupos rezagados quedan sobre las ruinas, suponiendo una nueva amenaza para todo aquel que se acerque a la otrora gran ciudad, convertida hoy día en una población fantasma de edificios grises, quemados y abandonados a la lluvia.
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MensajeTema: Re: Diario de un Montaraz (por Edrahil)   Diario de un Montaraz (por Edrahil) Icon_minitimeMiér Oct 01, 2008 12:53 am

//Edrahil
La Casa del Bosque

Muchos y desconocidos son los senderos que nos son dados recorrer. No estamos tan solos como una vez creí en nuestra inquebrantable lucha por los vestigios de lo que una vez fue el Norte. He conocido a elfos altos y orgullosos en los caminos y he pisado la casa de Elrond Medioelfo en el valle de Imladris. Enanos de encallecidas manos han compartido espumosas jarras de cerveza con este caminante de capa polvorienta y botas desgastadas. Beórnidas de Rhovanion me han permitido comprobar que los Montaraces no somos los únicos destinados a vivir en las zonas más salvajes de la Tierra Media y pequeños hobbits de la Comarca me han hecho descubrir la belleza implícita en una simple cena o en una siesta reparadora. Todas las razas sienten el peligro. Todos los pueblos libres se unen contra un enemigo.
En el bosque, no muy lejos de Bree, antes de llegar a Tharbad, hay una casa oculta entre los árboles. Una noble dama vive allí. Los orcos se han vuelto osados. En su vuelta al Norte, en Angmar, donde su capitán espera para dar el duro golpe que tanto tememos, algunos grupos rezagados decidieron que tanto la dama como la casa serían un botín fácil y cómodo para llevarse a sus hogares (si hogares pueden llamarse las sucias madrigueras donde viven los viles orcos). Pero un variopinto grupo de soldados y aventureros se reunió bajo un mismo pabellón y acudieron en ayuda de los sitiados. Humildemente, desde la retaguardia, puse mi arco al servicio de tan noble causa. Tres Montaraces ayudamos en la arriesgada misión, primero rastreando a los orcos y después dando muerte a los asaltantes. La comitiva tuvo éxito y los orcos que no cayeron bajo nuestras espadas, huyeron despavoridos, sin duda para contar a sus amos que aún hay espadas brillantes empuñadas por hombres y elfos valientes, en el Norte.
Mas un descubrimiento funesto tuvo lugar aquel día. Aquel lugar estaba maldito por la oscuridad y no tardamos en descubrir la causa: un sacerdote maligno lideraba aquel ataque. Y su poder era tal que algunos de los hombres que allí acudieron en nuestro auxilio, se echaron a temblar y un viento oscuro, de gran poder, estuvo a punto de derribarnos a todos. Si no hubiese sido por la luz de los eldar, aquel día todos hubiésemos perecido bajo la oscura magia de los servidores de la sombra.
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MensajeTema: Re: Diario de un Montaraz (por Edrahil)   Diario de un Montaraz (por Edrahil) Icon_minitimeMiér Oct 01, 2008 12:53 am

//Edrahil

El ejército orco

Hacía mucho que los rumores se extendían por Arthedain, desde Rivendel hasta los Puertos Grises. Puede que el ejército que destruyó el último ejército regular de Arthedain hubiese vuelto a su hogar, en las montañas del Norte, pero todo apuntaba a que un nuevo contingente de orcos, tal vez más pequeño, pero igual de peligroso, se aproximaba por el Este. Algunos vigías habían detectado sus pesadas huellas en los verdes prados y en los páramos brumosos. Nadie los había visto, pero a veces un hombre aprende a hacer caso de su corazón. El Norte descansaba inquieto.
Las patrullas se hicieron obligadas y un concilio tuvo lugar bajo los pórticos de Elrond. Debíamos encontrar ese ejército y, si era parte de una avanzadilla, destruirlo. Los orcos y los trasgos pueden parecer pesados, pero su resistencia es legendaria. Por algún motivo, permanecieronn ocultos durante mucho tiempo, sin que nadie pudiese sino sospechar su ubicación.

Mara ha desaparecido. Nadie habla de ello, pero partió a una misión, tal vez lejos. No hemos vuelto a saber de ella. Es una triste noticia, y todos tememos lo peor para la mujer severa que nos enseñó a ser uno con el bosque. Los días pasan lentos y las nieves han bajado de las montañas... y con ellas, los lobos. Pasamos los días ahuyentando a los bandidos que vienen del viejo camino verde, al sur de Tharbad. Algo debe estar pasando en el lejano Sur para que prefieran las inhóspitas tierras el norte a sus verdes valles.

¡Al fin noticias! Hace dos días, durante una patrulla rutinaria con Fenrol Felagund, compañero montaraz al que he llegado a amar como a un hermano, vimos huellas cerca del pantano de Moscagua. Logramos sorprender a un grupo de exploradores trasgos. Un enfrentamiento que debería haberse evitado casi me cuesta la vida y sólo los cuidados atentos de mi compañero hacen posible que escriba estas líneas.
Una vez recuperados, Fenrol y yo mismo volvimos a los pantanos, deseando encontrar alguna pista más acerca de la localización del campamento enemigo, que buscábamos desde hacía meses. Tuvimos suerte y, sin ser descubiertos, logramos discernir su ubicación, más allá de Moscagua. Son estos unos pantanos horribles, llenos de lodo y materia en putrefacción, donde las moscas y mosquitos son tan grandes como el dedo de un hobbit. El zumbido es tan molesto que volvería loco a un hombre si pasase allí el tiempo suficiente y si sobreviviera a las fiebres.
Elrond y nuestro Capitán han sido informados. Ya sólo queda esperar las órdenes, que provendrán de las dos personas más sabias y cautas que conozco.
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MensajeTema: Re: Diario de un Montaraz (por Edrahil)   Diario de un Montaraz (por Edrahil) Icon_minitimeMiér Oct 01, 2008 12:53 am

//Edrahil

LA LARGA ESPERA

La espera se hace eterna en las estepas y los caminos y mi sangre, templada ya por la experiencia,bulle sin embargo al constatar que esas bestias aún hollan con sus sucios pies las tierras del Norte. Los pueblo se hallaninquietos, como si presintieran el peligro que les acecha desde las brumas de Moscagua. Los bandidos se vuelven osados, en vista de que debemos desviar nuestros vigilantes ojos hacia el nuevo enemigo, y no pocos grupos más aventajados en experiencia han decidido que asaltar los caminos de Arthedain, Rhudaur y Acebeda puedeser un negocio contructivo. Pocos de nuestros ya de por sí exiguos efectivospuede hacer frente a esta amenaza que, aunque menor, no deja de precouparme. En cuestión de prioridades, el nuevo contingente de trasgos y orcos ocupa todo mi pensamiento ahora. He hablado con Orundel y también él está preocupado. Al igual queyo, teme que el enemigo esté construyendo máquinas de guerra. Quizás contemos con el arco y la espada de Týrael, ya que sé que montará en esa cólera fría de los elfos cuando entienda de dónde saldrán lo smaterialespara construir tales máquinas.
No hemos recibido noticias del Capitán o de Elron Medielfo.No hay órdenes, sólo esta frustrante espera. Los Valar quieran que no sea demasiado tardec uando la decisión de atacar sea tomada al fín.
Sólo una cosa positiva he podido sacar de estos extraños días de paz condenados al fracaso: el inaudito encuentro con medianos de La Comarca, más allá de sus fronteras, así como nueva afluencia de enanos y elfos por el camino del Este. Un nuevo amago de vida y comercio aflora al amparo de estapaz ficticia. ¡Cuánto lamentaré que acabe!, si bien no deseo sino hacermorder el polvo a cuantos orcos y trasgos hagan mal a esta tierra.
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MensajeTema: Re: Diario de un Montaraz (por Edrahil)   Diario de un Montaraz (por Edrahil) Icon_minitimeMiér Oct 01, 2008 12:54 am

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EL CIERVO BLANCO DE OROMË


No hace mucho que había escuchado hablar de un fantástico animal, bendecido por el propio Oromë. Decían que su piel otorgaría grandes capacidades a aquel que fuera tan osado de cazarlo, bajo los auspicios de los ecos del cuerno del Vala. La historia me obesionó durate días y decidí que, durante la calma reinante,intentaría descubrir cuánto de real tenía dicha leyenda. Me dispuse pues a recorrer la Tierra Media buscando a tan fabulosa criatura. Mi buen arco de caoba al hombro, flechas recién desbastadas y mi fiel Bérethril, la hoja de mi llorado padre, bien sujeta al costado en su vaina.
Durante semanas recorrí el Norte, cruzando las Nubladas y dentrándome en la espesura del Bosque Negro,aquel que antaño los elfos grises llamaban el Bosque Verde. Ví cosas extrañas y una oscuridad fría se había adueñado de las áreas más profundas del bosque. Visité la tierra de los Beórnidas, los asentamientos humanos de Lago Largo y Valle yví con mis propios ojos las minas delos enanos bajo la Montaña Solitaria. Saludé alos Jienetes de la Marca en el Sur, vadeé los valles y escalé las colinas. Ví las grandes arboledas de Fangorn y los Mallorn en flor en los aledaños de Lothlorien. Pero ni rastro de la criatura de piel níveaque buscaba. Oromë me estaba poniendo a prueba, y había fallado.
Cansado,volví al Norte, bordeando el país de los Mallorn y el Cauce de Plata. Descansé mis pies doloridos y mi orgullo herido bajo los techos de piedra de los enanos de Erebor. Un hermano mío moraba por allí en aquellos días, procurándose pieles de felinos montañeses parala fabricación de armaduras. ¿Cuál no ería mi sorpresa cuando, ayudándole en su tarea, vi moverse algo entre los arbustos, en la ladera dela montaña...? Hubiera jurado ver un retazo de pelaje blanquecino entre las verdes hojas. Intrigado, trepé hasta una pequeña cima dónde se me presentó una de las criaturas más fascinantes que jamás viera: un ciervo blanco como la nieve se alzaba en mitad de un claro, sobre la montaña,pastando apaciblemente.Olía el aire frecuentemente, con sus ollares dilatados, consciente de que no estaba sólo. Si quería pasar desapercibido, debería hacer acopio de toda mi destreza. Me pude de cara al viento,para que no pudiese olerme y oré a los Valar para que me concediesen la gracia de la caza. Era un criatura sumamente hermosa. Tanto que estuve apunto de arrepentirme de lo que iba a hacer. Pero un vigor en mi pecho me indicaba que mis súplicas fueron escuchadas. La criatura se apercibió de mi presencia en el preciso instante en que la flecha salió despedida de mi arco, con mortífera precisión. Al fín tenía el codiciado premio. Apenas podía creerlo.
Cuando hube despellejado el cadáver y aprovechado la carne tierna, enterré los restos con respeto,usando la cornamenta del animal a modo de lápida. Era el respeto del cazador que sabe que depende desu presa. De repente, una figura espectral apareció sobre el improvisado sepulcro: la regia figura del ciervo, insustancial pero igual de hermosa, me miraba, envuelta en una inmensa sensación de paz. Supe,en aquel momento, que el propio Oromë bendijo mi caza. Loados sean los Valar.
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MensajeTema: Re: Diario de un Montaraz (por Edrahil)   Diario de un Montaraz (por Edrahil) Icon_minitimeMiér Oct 01, 2008 12:54 am

//Edrahil

Fraburgo

Extraños son los senderos del Norte, en verdad. He encontrado un nuevo hermano, miembro de nuestro mermado pueblo, más allá de las montañas. Rhovanion y las Tierras Ásperas son lugares salvajes y aún guardan secretos. En tiempos muy lejanos en mi memoria, aún escucho contar a Padre los avatares de la Batalla del Celebrant. Muchos perecieron allí, pero yo desconocía la localización exacta, si bien se que hubo una aldea en el lugar, y que fue destruida.
Dülin es un hombre extraño. Callado y esquivo, tiende a mantener el misterio en todo cuanto hace, pero esa frialdad se fue difuminando como un rayo postrero en un atardecer en cuanto comenzamos a vivir ciertas cosas juntos. No pocas veces nos hemos salvado la vida mutuamente y sus habilidades demostraron compenetrarse perfectamente con las mías.
Dada la extrañeza que me infundía el tardío comportamiento de los Beórnidas de la Alquería de Beorn, decidimos investigar el asunto. Los encontramos alterados, allá en sus tierras de Carroca. Silenciosos y desconfiados, no quisieron relatarnos el por qué de su actitud y su mutismo repentino. No pocas veces había compartido una jarra de cerveza con aquellos hombres, simples pero hospitalarios y de buen corazón. Altos y velludos, barbudos en su mayoría y de miembros fuertes, las hachas prestas a decapitar al enemigo.
Pero algo les había hecho cambiar. Las tierras de los Beórnidas no son apacibles, pero cuando preguntas a un beórnida, esperas una gran carcajada y una palmada atroz en la espalda, en vez de miradas esquivas y silencio. Decidimos investigar.
Siguiendo nuestro instinto de exploradores, encontramos huellas extrañas en la parte Norte del poblado y una suerte de barricada burda y fácil de saltar. Sin pensarlo dos veces, nos dirigimos al Norte, fuente de las huellas.
Tierras brumosas se extienden más al Norte de Carroca. Páramos oscuros, donde el aire seco cortaba la piel y los aullidos helaban la sangre. No tardamos en encontrara la que, me pareció, podía ser la causa de este embrollado enigma: huargos. Encontramos varios de ellos deambulando por el valle y dimos caza a algunos cuando fuimos descubiertos. Los huargos son depravados, grandes y fuertes... ¿pero era esta causa suficiente para amedrentar a Beorn y sus hombres? Algo no encajaba en todo esto.
Seguimos hacia el Norte, esquivando las manadas de Huargos y lobos salvajes. Tal y como avanzábamos, la niebla se hizo más densa y piedras de extrañas formas comenzaron a surgir del suelo. Algunas de ellas parecían tener un sentido o haber pertenecido a algún edificio hace mucho tiempo, pero estaban desgastadas. De repente, de entre la niebla, surgió la sombra de un edificio... y luego otro más, y otro. Ruinas que difícilmente podíamos identificar. ¿Había allí una población? Si lo era, estaba abandonada. El aire se tornó frío y nos arrebujamos en nuestras capas, poco propensos a hablar. Con suma cautela, rodeamos los edificios. Al fin encontramos una pista definitiva. Oxidada y carcomida por el tiempo y la humedad, encontramos una placa: Fraburgo. Se nos heló la sangre. Ambos conocíamos las leyendas.
Fue entonces cuando comenzamos a sentir los pasos húmedos, los gemidos y los crujidos. El corazón estuvo a punto de helársenos en el pecho: el lugar de la batalla cobraba vida. Pero no eran los vivos los que levantaban sus armas. El lugar estaba encantado. Nos defendimos contra aquellas criaturas, despojos de mejores hombres en días mejores. Retrocedimos hasta los páramos y huimos del lugar maldito, atravesando de nuevo los páramos de los huargos.
Con la cabeza gacha y pensativos, cruzamos miradas de comprensión con los Beórnidas. Parece que ningún pueblo vive en paz en estos días. Con compasión, nos despedimos de estos valientes hombres que cargan con tan funesto sino. Los caminos del Norte guardan oscuros secretos. Hoy hemos vivido uno de ellos.
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MensajeTema: Re: Diario de un Montaraz (por Edrahil)   Diario de un Montaraz (por Edrahil) Icon_minitimeMiér Oct 01, 2008 12:54 am

//Edrahil

CARADHRAS

Nadie sabe de dónde proceden o si tienen alguna otra determinación que atacar a los viajeros y saltear las caravanas, pero es bien cierto que todos aquellos que cruzan las Nubladas con frecuencia los han visto. Visten de blanco para camuflarse en los pasos nevados y atacan en pequeños grupos, retirándose detrás de los imponentes riscos, o desde ellos. No pocos hombres y mujeres valientes yacen enterrados en la nieve en un sueño eterno por su culpa.
Dülin me comentó en una ocasión que había visto a un grupo de viajeros, entre los que había algunos elfos, comenzar a subir el paso del Cuerno Rojo, el malhadado Caradhras, pero que no tenía constancia de que hubiesen llegado al otro lado. Yo mismo había sido atacado en un par de ocasiones por estos asaltantes misteriosos y, espiándolos, había llegado a la conclusión de que poseían una organización y eran muy distintos de los bandidos comunes que asolan las praderas y los bosques de Arthedain.
Todo este asunto me intrigaba, de modo que decidí, junto con Dülin, investigar la suerte de este último grupo de valientes que osaron desafiar la furia legendaria del Cuerno Rojo.
Llegamos desde Imladris, cruzando las montañas y esquivando a los temibles lobos blancos de las Nubladas. Es increíble, pero no encontramos huella alguna en nuestro camino. Ni siquiera por aquellos lugares que, sabía, frecuentaban los misteriosos encapuchados ¿qué clase de criatura no deja huellas en la nieve, aparte de los elfos? Con cierta inquietud, nos desviamos hacia el paso del Caradhras, evitando las frecuentes patrullas de los bandidos de las nieves. Ante mi sorpresa, Dülim me detuvo, agarrándome del hombro. Ante mi mirada inquisitiva, posó un dedo en sus labios y sonrió. Acto seguido, agachado sobre la nieve, descubrió para mí un delgado hilo de cobre, tensado. ¡Trampas! Mi descuido estuvo apunto de costarnos la vida, de modo que dejé que Dülin inspeccionara el terreno por delante nuestra. Después de varios minutos el camino quedó despejado... o al menos eso parecía. Lobos, osos y más bandidos acechaban en cada esquina. Un solo paso en fallos y seríamos descubiertos... y la nieve no es nuestro terreno habitual. Íbamos abrigados con pesados mantos y botas del Norte, lo que nos protegía del cortante viento y la cellisca: el Caradhras nos daba su bienvenida. Comencé a sentir entumecidos los dedos q empuñaban el arco, y la cuerda del mismo parecía poder quebrarse, helada por el frío reinante.
Fue entonces cuando los vimos. Aquellos desgraciados no habían tenido oportunidad alguna. Varios cuerpos yacían en el suelo, semicubiertos por la nieve y el hielo. Sobre los riscos había arqueros, sus arcos aún vibrantes. Varios encapuchados, vestidos completamente de blanco rodeaban los siniestros trofeos, erizados de flechas. Si nosotros los veíamos es porque ellos se habían revelado para atacar. Un nudo nos atenazó la garganta... si no hubiesen atacado a aquellos pobres desventurados, hubieran caído sobre nosotros. La sangre me hervía dentro de las venas, pero eran demasiados para nosotros dos solos. Además, tendríamos que huir a través de su territorio.
Pensando en la manera de fastidiar, al menos, la celebración por el botín conseguido, ideamos un plan. Rescatar los cadáveres hubiera sido un suicidio, de modo que al menos les aguaríamos la fiesta. Aprovechando un descuido de los guardias, me arrastré hasta los cadáveres tan sigilosamente como pude. Para ello, me vendé los pies en tela bien seca, para evitar el crujido de la nieve. Funcionó, gracias a Oromë, ya que en poco tiempo, ambos huíamos con las pertenencias de los desventurados viajeros, dejando con un palmo de narices a los malhechores, que a estas horas, deben estar maldiciendo su suerte, si no peleando entre ellos, acusándose robar a un ladrón.
No diré que salir de las Montañas fue fácil, y Dülin fue herido de gravedad, pero finalmente alcanzamos el valle de Imladris y la seguridad de la casa de Elrond. Como homenaje a las víctimas, ofrecimos las pertenencias a los elfos, ya que al menos dos de los viajeros eran de esta hermosa gente. Los días de aventuras comienzan a ser frecuentes y un mero paseo por el bosque puede acabar en tragedia. Hoy cojo la pluma para relatar estos hechos, pero bien podría yacer boca abajo en la nieve, si el destino o el Caradhras hubieran querido que pasásemos por aquella gargante un par de horas antes, apenas. Agradezcamos a los Valar estar vivos y recemos por las almas de los difuntos.
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MensajeTema: Re: Diario de un Montaraz (por Edrahil)   Diario de un Montaraz (por Edrahil) Icon_minitimeMiér Oct 01, 2008 12:55 am

//Edrahil

LA LIBERACIÓN DE THARBAD

Demasiado tiempo, demasiado odio... nubes negras moraban sobre Tharbad desde hacía demasiados días. Los corazones de la gente del Norte, acongojados, desfallecían. Ya no quedaban ciudades grandes, ya no había sino pequeños núcleos de poblaciones que no serían un estorbo para el señor oscuro. Las antiguas bulliciosas calles estaban ahora dominadas por el mal y los crueles orcos y los trasgos de las montañas moraban en sus callejones derruidos. Hombres salvajes y montañeses habían venido desde el Sur y habían saqueado y arruinado todas las casas para saciar su codicia. Una sombra se había adueñado de la ciudad...

Hacía mucho ya que los montaraces del Norte estaban inquietos. Todos esperaban órdenes, pero poco sabían de las andanzas de sus superiores, ni dónde podían hallarse. Se hablaba de planes secretos para expulsar al enemigo de las ruinas de Tharbad. Puede que la ciudad fuese irrecuperable, pero estaban dispuestos a dar una lección a los orcos y demostrar al enemigo que aún había corazones valientes en Arnor capaces de plantar cara a la amenaza.

Fue una partida peculiar la que aquel día se reunió en el claro, en las cercanías de Bree, cerca del paso del Baranduin, o Brandivino, como lo llaman en la Comarca. Ethanor y yo mismo esperábamos las órdenes, ansiosos por acabar con todo aquello de una vez por todas. La espera nos consumía.Nos acompañaban dos bravos enanos, Grunfoold Crestanevada, de la Montaña Solitaria y Bálin Hachatorcida, del reino de las Montañas Azules. Ambos estaban inquietos por la ausencia de un tercer enano, al que jamás he visto. Había también un elfo, un Noldo de alta cuna y brillante acero. Llevaba una estrella de plana en la frente y su voz alta y clara infundía ánimo en aquella tarde gris. Comenzó a llover.
Aún a veces, Ethanor y yo mismo somos incapaces aún de detectar la presencia de Mara, si ésta no lo quiere así. Muchas veces he creido ver en su figura elástica la de un gran felino negro, pues ella viste siempre de este color oscuro y mimético. Silenciosa y mortal, como escuché mas tarde describirla a uno de los naugrim. Apareció casi de la nada, entre la espesa cortina de agua y, al instante, Ethanor y yo nos colocamos a sus costados, guiados por el instinto de muchas escaramuzas, apendiendo a su lado. No hablaré de lo que se discutió aquella tarde, bajo las protectoras ramas de aquel roble que nos mantuvo tan secos como fue posible. Diré, no obstante, que pudimos contar con pocos refuerzos y que toda la operación recaería sobre neustros hombros. Silenciosos pero decididos, nos dirigimos rumbo al Sur... al encuentro del enemigo.
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MensajeTema: Re: Diario de un Montaraz (por Edrahil)   Diario de un Montaraz (por Edrahil) Icon_minitimeMiér Oct 01, 2008 12:55 am

//Edrahil

Nos enfrentabamos a una fuerza muy superior. Si bien nuestros batidores nos informaron el número aproximado que podríamos encontrar, ningún explorador pudo prepararnos para lo que encontramos aquella tarde en las muertas calles de Tharbad.
Siguiendo nuestras costumbres de montaraces, evitaríamos el combate frontal. En inferioridad numérica y en territorio enemigo, teníamos pocas porbabilidades de sobrevivir a un encuentro armado con el grueso de las tropas que moraban en la Ciudad de los Ladrones, o lo que quedaba de ella. Mara se adelantó y nos guió por señas a los demás, seguida de cerca por Ethanor y yo mismo. Vimos a Mara venir en plena carrera, doblando una esquina. Las feas caras de los orcos la seguían de cerca. Aún en plena carrera, se volvía como una víbora, disparando su arco negro y causando terribles heridas a sus perseguidores.La trampa estaba tendida...
Como habíamos acordado, los enanos, embutidos en sus armaduras de metal, sirvieron de barrera y fuerzas de choque. Altéru hizo cantar su arco y sus dardos volaron, mortíferos, hacia el enemigo. Un orco cayó con el ojo atravesado por tan magnífico proyectil. Ethanor y yo le seguimos, descargando una lluvia de flechas que confundió ,más que hirió, al enemigo, parapetados tras enormes escudos de madera, bastamente tallados.
No fue más que una escaramuza pero, a pesar de lo diferente de cada uno sus miembros, he de afirmar que la compañía actuó como una maquinaria bien engrasada. Pronto los orcos tuvieron sus feas y abigarradas aras mirando haia el suelo. Mara comprobó si habíamos hecho ruido suficiente como para ser descubierto. No lo hicimos.
La tarde se escurrió entre escaramuzas de diversa índole, aunque cortadas por el mismo patrón. Mara desaparecía con cierta frecuencia y nos obsequiaba con una patrulla fresca de orcos duros y bien entrenados. Cuando llegamos al puente, ya estábamos exhaustos. Fué entonces cuando las palabras de Mara cayeron sobre nosotros como un jarro de agua fría: un joven troll de los bosques guardaba la plaza principal. Cuando nos acercamos pudimos verlo bien. Enorme y gris como las rocas de las que fueron creados, la criatura babeaba tontamente, agarrando la rama que le servía de garrote. Incluso los orcos y los trasgos evitaban acercarse a él. Los miembros nos eran pesados ya a aquellas alturas, con la noche cayendo ya sobre nosotros. Este enemigo nos superaba y el desánimo cundió entre la compañía. Rápidamente ideé un plan que nos evitaría el enfrentamiento directo, tratando de hacer caer al joven monstruo por el puente, seguro de que su enorme peso lo hudiría hasta el lecho del río. Toda discusión al respecto quedó zanjada cuando el suelo comezó a temblar bajo nuestros pies. Mara volvía corriendo con el enorme monstruo pisándole los talones. Sin dudarlo, cargué el arco y comenzamos a disparar. Los enanos se dispusieron en línea, una barrera casi infranqueable de carne, hueso y metal. Las hachas subían y bajaban y las flechas surcaban el aire. Poco daño hacían, pues para el troll debían de ser como mosquitos irritando su dura piel, por lo que desenvainé a Berethril y me lancé al combate al grito de "Ai dúnadan, Ai dúnadan".
Los enanos resistían, aunque poca mella hacían sus crueles hachas. Mara acuchilló a la bestia por la espalda y subió sobre su lomo, hundiendo la hoja repetidamente entre sus omóplatos y tratando de alanzar su garganta. Los enanos golpeaban los pies y las rodillas de la bestia. Hundí la hoja de mi padre hasta la empuñadura en el estómago. Una sangre negruzca y maloliente me salpicó las manos. Ethanor se unió a la lucha y tb ví brillar la hoja élfica de Altéru. Cuando un compañero caía bajo los brutales golpes de la bestia, otro ocupaba su puesto, atosigando a la bestia, cuyos movimientos iban haciéndose más lentos y pesados. Cuando creí que mis brazos estallaría por culpa del esfuerzo, nuestro troll se desplomó y, si Ethanor no hubiera tomado por el cuello de la capa a Grunfoold, éste hubiese quedado aplastado bajo el enorme cuerpo. Limpiándonos el sudor y la sangre de los rostros, nos miramos los unos a los otros, sonrientes. Todos habíamos sobrevivido, aunque ninguno se libró de alguna magulladura. Altéru cantaba y sanaba. Los montaraces vendábamos la heridas. El enorme corpachón el monstruo se erigía como un siniestro túmulo en mitad de la plaza, en un enorme charco de sangre negruzca. Grunfoold trataba de cortar la testa, para lo cual usaba su hacha enana sobre el cuello como si de un tronco se tratara. Lo miré con malos ojos pro su frivolidad, pero se encogió de hombros y sigúió con la tarea. Estos enanos están hechos de una pasta especial, incansables y belicosos. Son difíciles de dominar, pero su energía es envidiable. No creo que podamos encontrar mejores aliados aquí en el Norte, mención aparte de os elfos, pero estos son pocos hoy en día y rara vez se mezclan en los asuntos de los hombres.
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nadril

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MensajeTema: Re: Diario de un Montaraz (por Edrahil)   Diario de un Montaraz (por Edrahil) Icon_minitimeMiér Oct 01, 2008 12:55 am

//Edrahil

Poco descanso tuvimos los cazadores aquel día. habíamos barrido la parte norte y el centro de la ciudad. Pero sabíamos que en la parte sur había arqueros sobre las murallas. Poco a poco, fuimos eliminando las patrullas de orcos, cuyos cuerpos infectos iban acumulándose en montañas negras, junto a las murallas. Altéru nos ofreció unos tragos de un licor élfico que parecía dar nuevas fuerzas a nuestros miembros. Sentía pesado el brazo de la espada y los dedos estaban agarrotados de agarrar las flechas y tensar la cuerda Del arco, pero más podían nuestras voluntades. Venceríamos

Fué al cruzar el puente que unía la parte centraL con la meridional de la ciudad cuando nos enfrentamos con la élite de sus tropas. Orcos negros, más altos y corpulentos y crueles nos plantaron cara, pero una vez más, no pudieron con los incansables enanos, verdaderas tropas de choque de lujo que, infatigables, subían y dejaban caer sus hachas con una furia que nunca antes había visto. Nada se les resistía.
Cuando llegamos a las murallas, recibimos una lluvia de flechas trasgas a modo de bienvenida. Cuando conseguimos ponernos a cubierto, tras unos muros semiderruidos, vino a nosotros un rugido gutural, que hizo eco en todo el recinto. Nuestro ánimo cayó por los suelos. El enemigo había traído a otro troll de las colinas. Sería difícil hacer frente a las flechas envenenadas de los trasgos y a la enrome criatura, más aún cuando nuestra tropa estaba cansada y llevaba muchas horas luchando. Sigilosamente, me acerqué a las murallas y arrojé algunas bolsas llenas de polvo de harina y pimienta, una invención mía que cegaba y aturdía a los enemigos. La idea parecía buena en principio, pero la mala suerte se cebó conmigo y el troll me vió salir de las sombras en el momento justo en que lanzaba las bolsas. Todo el plan se vino abajo, pues tuve que correr, con tan mala fortuna que llevé al troll hasta mis compañeros, que en ese momento devolvían los proyectiles que provenían de lo alto de las murallas. La batalla fue feroz y uno de los enanos cayó herido, quizás con un brazo roto. Altéru fue rechazado de un porrazo enorme, que le dejó tendido. Desenvainando la espada de mi padre, me abalancé sobre el monstruo, deseoso de enmendar mi error. Estabamos cansados y cogidos por sorpresa. Pero un tejón herido se revuelve con más furia cuando se ve acorralado. Resistimos, acaso porque ver la derrota tan cerca nos diera fuerzas donde antes no las había. Con furia renovada, los mandobles sorprendieron a un troll que esperaba una presa fácil, atrapada entre las flechas de los trasgos y la pared. Pude ver la sorpresa en sus ojos cuando su mano izquierda voló, cercenada por el hacha de Balin y el estoque de Mara le atravesó el corazón. Con un gorgoteo, se desplomó sobre el empedrado. para entonces, Mara había desaparecido.
Barrí como pude, ayudado de mis bolsas aturdidoras, las murallas, disparando en movimiento y ofreciendo buenos blancos. Los escudos enanos me ofrecían cobijo y Altéru, ya recuperado, contaba sus flechas por dianas. Cuando hubimos barrido las murallas lo suficiente, hicimos una torre para subir a ellas, pues las puertas que les daban acceso estaban barradas. Fué costoso, debido a que estabamos cansados y los enanos con armaduras metálicas pesan demasiado para ser izados. Tras varios intentos azarosos, conseguimo subir todos. Mara seguía sin aparecer. Tras asegurar las defensas, vimos una sombra gris al otro lado de las murallas, partido en dos su recinto por la abertura de las puertas. Pronto descubrimos que Mara había despejado el lado contrario de las almenas. La tarea estaba terminada. No hubo supervivientes que informaran del ataque. Ningún orco, ningún trasgo, traspasó las puertas de la ciudad, que parecía descansar en una pesada calma.

Tomamos nuestro merecido descanso bajo el derruido porche de una de las granjas, casi reducida a cenizas. Una lluvia lenta y calma parecía querer borrar el negro recuerdo de aquellos usurpadores que, durante meses, habían mancillado aquellos muros. La bendición de Ulmo trajo la noche y la noche trajo el silencio... y el olvido para los muertos.
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