SEGUNDO CONCURSO DE RELATOS: \"Un fin y un medio\" (por Dulin)

Deambulaba por los caminos, y entonces un rumor vino a mi. Los bandidos se concentraban en Tharbad. Algo grande tenía que suceder y no pensaba perdérmelo. Esta era mi oportunidad. La oportunidad que siempre había deseado. Ser alguien importante, respetado y temido y desarrollar mis habilidades hasta cotas que yo solo no podría conseguir. Allí estarían los mejores y, sin duda y tenia suerte, ella. Aquella que me atrapo con su encanto y me sorprendió con sus destrezas.
Por fin, tras un largo camino, la divise. Una nube de polvo aun en el aire me recordaba una tarea sin finalizar: aniquilar a los orcos. Yo los liquidaría desde las sombras. Pero antes, tenia que hacerme con suficiente poder, y si era ingenioso, con ayuda. En la penumbra de su muralla me atavié con ropas haradrim, adquiridas en su momento para tal ocasión. Llegaba el momento de mi actuación. Nadie se fiaría de un montaraz del norte y menos aun si descubrían mi relación con elfos y enanos.
Cogí el cuchillo. Lentamente cabellos caían al suelo. Una vez cortado decidí que cambiar el color seria recomendable, así que saqué un bote de tinte negro. Mi aspecto debía ser nuevo, crear un nuevo personaje. Desenrollé una venda y me la dirigí a la cara

Una figura se desenvolvía por la ciudad. Altivo y encapuchado unos ojos resplandecían entre una tela blanca. Los cabellos le colgaban.
Numerosos bandidos poblaban la ciudad, era como entrar en la boca del lobo, si descubrían a un cordero allí las fieras se me tirarían. Estar atento era mi máxima prioridad pues mi vida se hallaba en juego. Me deslizaba entre las ruinas de quella ciudad. Siempre sigiloso con el oído esperando una señal que indicase que algo no andaba bien. Finalmente divise un grupo que reconocí como sureños, cerca del centro de la ciudad. Todos ellos vestidos a la par que yo, parecía uno mas entre su grupo. Engañando a varios de los allí presentes me hice pasar por uno de ellos venido del sur en busca de riquezas. Intenté entablar conversación con uno de ellos. Algo nada difícil, pues no era la primera vez que me encontraba hablando con el enemigo. Pero resulto no ser tan productivo como esperaba, pues el mero consejo de buscar un techo para dormir era algo que ya tenia en mente si quería pasar una temporada allí. Así que tuve que buscar la información que yo quería. Necesitaba saber el por qué estaban allí y quien había ordenado su reunión.

Así que me dirigí al sur de la ciudad. Acechando entre las sombras a la escucha de algo que me fuese de interés. Ahí fue donde atisbé algo de esperanza. Agazapado y con el oído siempre atento un grupo de mujeres comentaba que estaban hartas de esperar, que el elegido no vendría. Lo que no sabían ellas que a mi juicio él ya estaba allí, escuchándolas en la oscuridad de la noche. Como una sombra apenas divisible cruzo la ciudad sigilosa. Nadie se percataba de mi persona.
Era el momento de buscar una estancia donde reposar a salvo. De entre las casas, la mayoría estaban derruidas u ocupadas por numerosos bandidos. Debía de sentirme afortunado pues había llegado pronto aun. Todavía no se habían congregado ni menos de la mitad y habría casas vacías si me daba prisa. Nunca había visto una puerta tan difícil de abrir. Algo que me vendría bien si conseguía entrar. La única manera…el tejado. Dadas las condiciones de los edificios era más que posible encontrar alguna apertura en lo alto. Debía de intentarlo. Cogí carrerilla y salte contra el muro. Con suerte tendría el suficiente impulso como para volver a saltar al contiguo (ya que se situaba en esquina) y llegar a lo alto. Pero algo no salio bien. En el salto en el segundo muro me resbale y caí hacia el vacío. Una distancia de unos cuatro metros me separaba de lo que seria sin dudarlo un doloroso aterrizaje. Sin embargo una mano apareció de la nada. Me agarro en el último instante y me ayudo a subir. Había cometido un error que podría a ver sido fatal sino fuese por esa figura desconocida que se hallaba ante mis ojos. Antes de que saliera de mi asombro la figura desapareció, aunque por un breve instante, un momento más breve que el primer rayo de sol, me pareció ver una sonrisa que me era familiar. Aquella que no veia desde mi estancia en minas Tirith.

Una vez arriba, y olvidando lo que acaba de ocurrir, me dispuse a buscar una forma de entrar. Lo ocurrido no debía distraerme. Así que opte por ayuda. De entre mi bolsillo botón salio disparado. Un ratón pequeño pero increíblemente listo. Mi inseparable compañero. Al cabo de un rato un pequeño chillido capto mi atención. Lo había conseguido. Había encontrado la manera de entrar. De entre los tablones uno estaba suelto. Una vez me deshice de el lo demás fue pan comido. Era una cosa normal y corriente. Abandonada por la alarma del ataque orco. Nada se hallaba en su interior. Así que decidí poner las medidas oportunas para que nadie me molestase. Mientras me disponía a colocar lo que yo llamo dispositivo de seguridad botón volvió a llamar mi atención. Parecía contento de donde se encontraba así que por lo que deduje se puso a investigar. Ese ratón nunca dejara de sorprenderme. De repente y sin previo aviso se oculto tras un armario y ya no salio. El muy bribón había descubierto una estancia secreta. Una especie de despacho. En su interior un escritorio con un par de estanterías colgadas y un candil que alumbraba lo que parecían un par de planos. Lastima que fueran ilegibles pues, algo las había emborronado. Divisando la habitación el suelo crujió bajo mis pies. No me lo podía creer. Bajo una tabla suelta se encontraba una caja oculta. Fuese quien fuese el que residía ayi se había tomado demasiadas molestias para que no fuese encontrado. La curiosidad invadía todo mi cuerpo. Al abrir la caja la curiosidad se torno en incredulidad no había nada en su interior. Como podía ser tan ingenuo. El propietario no se iba a llevar todas las cosas y dejar algo que el consideraba como muy importante.

Paso el tiempo y una vez acabe de colocar todo lo necesario una imagen se me vino a la cabeza: mi cuerpo cayendo al vacío tras resbalar en el muro. Así que me vino una idea. Rápidamente saque unos pinchos de hierro que llevaba encima y me dispuse a hacer un intento. Tras una hora de intensa agonía y sufrimiento por conseguir completarlo era hora de probar aquello. Me calce unos guantes. Los extremos de los dedos eran afilados, como garras y en la palma de la mano unos diminutos garfios. Eran mis guantes preferidos pues disponía de una serie de alambres que me facilitaban abrir cualquier cosa. Desde el interior la puerta era sorprendentemente fácil de abrir así que salí afuera. Me dispuse a probar mi nuevo invento. Era curioso como tiempo atrás arriesgue mi vida por trepar una casa y ahora con aquellos guantes era tan fácil. Las extremidades permitían agarrarse a las ranuras del muro y los garfios afianzaban mi mano proporcionándome mayor superficie de contacto.
Los días pasaban. Mi paciencia se estaba empezando a agotar. Así que decidí investigar que estaba ocurriendo. Volví junto a los haradrim pero en su lugar me encontré a un hombre. Vestía diferente a todos los demás y no dejaba de mirarme, como si estuviese esperando algo de mí. Decidí que el debería saber algo así que le pregunte por la situación actual pero cual fue mi sorpresa cuando apenas había despegando los labios el desconocido se llevo el dedo a la boca en gesto de silencio. Tras sonreírme hecho a andar hacia un callejón. No tenia ninguna opción, debía seguirle si quería saber algo. Mi asombro aumento cuando me dijo que mi estancia era peligrosa allí pues sabía que no era haradrim. A pesar de mi intento por disfrazarme al parecer todos llevaban una insignia, algo que no sabia y que podía ser fatal, pero a pesar de eso no hubo indicio alguno de ataque, solo unos extraños movimientos y gestos del desconocido que debido a mi incapacidad para descifrarlos fueron acompañados de una risotada. Parecía como si me conociese. Tras una conversación bastante productiva prometió presentarme a un alto cargo entre ellos si hacia un pequeño trabajo. Debía seguir el rastro de carretas por los caminos y avisar inmediatamente. Parecía sencillo. Por lo visto alguien me estaría vigilando. Él lo consideraba como una prueba, o eso me dijo. Un “acto de buena fe”, riéndose.

Mi misión había cambiado. Era el momento de ganarme su confianza y conseguir un puesto entre ellos. Finalmente llegue a bree. Lugar de comercio donde supuse que aparecerían las carretas. En su entrada un pequeño hobbit me sirvió de inspiración. Quien mejor que un mediano para sonsacar información a cambio de unas monedas. Aunque no fue tan fácil como esperaba. El pequeño desconfiaba de todo. Tenia que persuadirle de algún modo. No se si fue suerte o ayuda de los valar pero al mediano le llamó la atención un leve brillo en mis pertenencias. Una poco valiosa malaquita me acaba de ayudar a resolver la situación. El hobbit resulto ser un amante de las piedras y, sobretodo de las brillantes, y he de reconocer, que esa brillaba mucho. Me fue muy útil y ahora sabía el camino de las carretas. Todo lo que tenia que hacer era….

Un nuevo camino se abre ante mí. Quien sabe lo que pasará en el futuro. Traición, lealtad, secretismo; puede que tengan algún significado. El fin esta claro ahora y cercano el día e que lo consiga.
Una sombra viaja por los caminos. Solitaria. Siempre lo hace, siempre lo hará.

SEGUNDO CAPITULO: LA FORMACION HA CONCLUIDO

Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que estuve aquí, sin embargo mi misión en este lugar es muy diferente de entonces.

Los guardias son alumbrados con la luz de la luna en la noche. Apostados alrededor de las puertas que separan los niveles aguardan cualquier señal de peligro. Desde lo alto del tejado se vislumbra a lo lejos lo que aparentemente es una tormenta. Ni siquiera el más intenso sol es capaz de atravesar esas nubes ponzoñosas de Mordor. Una sombra corre con una agilidad asombrosa saltando entre los tejados. Solo el ruido metálico de los guardias al andar perturba aquella tranquila noche. Una luz entre la oscuridad, mi meta, mi misión. Desde una ventana asoma la luz tenue de una vela donde se haya un menudo personaje con la barba blanca, depositando un libro negro en una estantería. La descripción cuadraba a la perfección. Era ahí donde debía llegar. Solo tengo que esperar no quiero llamar la atención, ni que haya un derramamiento innecesario de sangre. Pasado el rato el anciano se acerca a la vela y junta sus labios para apagar la que hasta ahora era la única luz en el distrito. Era una tarea fácil. Saque un frasco de cristal con un extraño liquido que, por lo que me habían dicho serviría para deshacerme de la ventana. Una vez en la habitación solo tenia que coger el libro pero, de repente, algo me pone en tensión. La cosa no esta saliendo como yo esperaba. Unos pasos se oyen en el pasillo. Seguramente ese maldito anciano olvido algo. No es hora de andarme con tonterías. Tengo que salir de aquí y rápido.
A un par de casas de distancia un grito ensordecedor despierta en la noche. El anciano se había dado cuenta del suceso y llamaba a voces a la guardia. De repente y sin previo aviso una flecha paso rozándome por el hombro. Al parecer los guardias no eran tan torpes como esperaba. Pero no podría luchar contra ellos, sería un suicidio en la situación actual. Además las ordenes eran claras: coger el libro y salir de allí lo mas pronto posible y sin llamar demasiado la atención. Era hora de hacer magia.
Tras un leve crack una nube de humo se alza sobre las casas de la ciudad blanca. Espero que surta efecto. La voz de desconcierto de los guardias es latente. Una lluvia de flechas sin rumbo son disparadas al aire. Era ahora o nunca. Tenia que desaparecer.
El sol comienza a despertar mientras mi camino me lleva fuera de la ciudad, camino de casa. Una tranquilidad y alegría llenaba mi cuerpo. Aquella proveniente de un trabajo bien hecho. En el bosque, escondido entre los árboles, un caballo negro como el azabache se encontraba pastando. Sin dudarlo una compañía que me agradaba ver en esos momentos pues, tras una intensa noche no tenia ganas de andar por los caminos.
Pasándole una mano por la cabeza el caballo me reconoce al instante.
-Tu amigo ha vuelto sano y salvo. Es hora de que volvamos.
A lomos del caballo negro y con una velocidad extrema el hogar se ve cada vez mas cerca.

Estaba descansando por Rohan cuando los oí. Aquel sonido que tanto asco me daba pero que me proporcionaba una sensación de ira más grande que toda la gracia de los Valar. Una sensación que me renovaba de energías. Unos orcos acampaban muy cerca de donde estaba. Parecía una patrulla de reconocimiento. Cinco orcos ataviados con ropas ligeras y armas ensangrentadas se hallaban en lo que parecía un claro. A sus pies un par de hombres yacían en el suelo. Por lo visto discutían por las pertenencias de éstos, aunque seria su última discusión, pues pensaba deshacerme de ellos de inmediato. Ya no era como antaño cuando no me atrevía a luchar abiertamente. Ahora era más ágil, más rápido y contaba con más experiencia. Todo paso muy rápido. Una flecha surco el claro. De repente un desagradable chillido se cernía sobre el bosque acompañado de un reguero de sangre. Un orco se encontraba con el cuello ensartado por una de mis flechas. Una vez se habían dado cuenta de mi estancia allí tenia que moverme lo mas veloz posible. Incrédulos por lo que acaba de pasar levantaron sus armas indecisos de donde proporcionar el mandoble. Otra flecha cruzo el claro. Esta vez falle. Uno de los orcos se movió en el último momento y la flecha le sesgo una oreja. Una figura surgió de entre los árboles. De un salto me abalance contra las espaldas de uno de ellos y como si de garras se tratase le degollé el cuello con mis manos. Unas manos enfundadas en lo que antaño me sirvió para escalar muros. Habían caído dos, dos quedaban intactos y otro más herido, pero con una furia tan enorme que parecía que incluso mataría a sus compañeros para acallarla. Desenvainando mi espada me dispuse a ensartar al tercero de los allí presentes. Con un rápido movimiento de muñeca le hice un corte en el brazo pero insuficiente para siquiera dejarlo incapacitado. Los rugidos de odio eran perceptibles por todo el bosque. Su respuesta fue tan contundente que una leve sensación de pánico me surgió en el interior. De un hachazo casi me tira al suelo. Menos mal que aquella espada era resistente, pero mi fuerza no era suficiente. Otro hachazo y otro más fueron lanzados contra mí.

Uno de los orcos comenzó a disparar flechas. Ágilmente me dispuse de tal manera que, una de ellas, afortunadamente, le dio al portador del hacha. Y cuando alzo la cabeza para gritar de dolor fue su final. Con un tajo preciso precedido de un salto le hundí la espada entre el hombro y su cabeza. Cayó abatido al instante. Solo quedaban dos. Uno sujetándose su hasta ahora existente oreja y otro lanzando flechas como un poseso. Una de ellas me alcanzo cuando el otro caía. Gotas de sangre cubrían el aire. Me había dado en el brazo, desnudo salvo por lo que parecía un brazalete con una inscripción en él. Esto se estaba poniendo feo. Tenia que acabar ya. Situado junto al linde del claro, me interne raudo en le bosque. Como esperaba el orco me siguió pero fue una decisión fatal para el. Tras un crujido una marea de estacas surgió a su alrededor proporcionándole la muerte. Había caído en la trampa. Ahora solo quedaba uno. Para mi sorpresa una amplia risotada salió de su interior.
Un sonido cruzo el aire y cambio mi gesto del rostro. Un caballo relinchaba en el interior del bosque. Al parecer no era un mero grupo de cinco. Había más. Por lo visto ese despreciable orco los esperaba. Tuve que retroceder. La situación empezaba a volverse extremadamente peligrosa y estaba arriesgando la misión. Tan rápido como pude volví donde se hallaba mi caballo y de un salto me subí a su lomo. No fue necesario instarle a salir cabalgando. Era un caballo muy inteligente, y sin su ayuda, probablemente no habría salido de allí con vida.
Fue al salir del bosque cuando los oí. Parecía como si la tierra retumbase ante el sonido de su cuerno. No tenia tiempo que perder. Esta visita me empezaba a acarrear demasiados problemas.
Comenzaba a caer el sol cuando la vi, como aquella vez en que empezó todo, humeante ante sus ruinas, la ciudad de Trabad.

Aule:

//Buena historia, pero he de matizar algunos puntos:
1.- Bajo ningún concepto Sade ha cruzado contigo más de dos palabras y, por supuesto, no ha podido darte ningún "frasco".
2.- Aún no te has entrevistado con "El Jefe" de los bandidos de Tharbad, lugo aún no trabajas oficialmente para ellos.

Por lo demás bravo y suerte para el concurso