Historia de Ingold, escriba de Minas Tirith (por Bensakur)

//Bensakur

-Nombre: Ingold.
-Cultura/raza: Hombre de Gondor.
-Profesion: Escriba/Geógrafo y topógrafo.
-Altura: 1'85m.
-Peso: 77kg.
-Pelo/ojos: Negro/Verde pardo.
-Género/edad: Varón/27.
-Conducta: Amable, cortés.
-Personalidad: Simpático, es un enamorado de la cultura. Su curiosidad lo lleva a viajar, pero es asustadizo, por lo que prefiere los trayectos seguros.
-Motivacion: Realizar su trabajo de cartografía para la Biblioteca de Minas Tirith, conocer lugares lejanos.
-Alineamiento: Legal Bueno.
-Deidad: Manwë, Señor de los Vientos.
-Clases: Clérigo.

-Historia:
La puerta que da acceso al complejo de edificios que forman las Casas del Saber se cierra a mis espaldas con un sonoro crujido. Como multitud de veces a lo largo de mis 27 años de vida me dirijo con paso firme hacia una de las aulas de estudio. Me siento en uno de los bancos de madera y extiendo un pergamino en blanco bajo la luz de un candelabro y me dispongo a empezar a escribir. Me acomodo lo que puedo en mi sólido asiento y empiezo a hacer memoria de lo que ha sido mi vida hasta este momento…

Nací en esta misma ciudad, capital de la humanidad, la blanca Minas Tirith en el otoño de hace 27 años. Mi padre, Garnil, es biliotecario en una de las “casas del Saber” del cuarto piso de la ciudad. Mi madre, Yilla, es sanadora en las Casas de Curación, donde atiende a los heridos y enfermos, invocando la gracia de los Sagrados. Yo debería haber sido el segundo de sus hijos, pero mi hermano mayor nació con el corazón detenido. Aquello supuso un duro golpe emocional para mis progenitores, pero al llegar yo dieron gracias a los dioses por su misericordia. Me inculcaron el amor por mi ciudad y mi país, y soy buen sabedor de la importancia de nuestro papel en los acontecimientos del mundo. Mientras mis amigos jugaban a caballeros y a “Gondor y Mordor”, yo prefería pasar el tiempo con mi padre en la biblioteca, curioso de aprender más sobre nuestra hermosa ciudad. Siempre me sentí atraído por el pasado, buscaba preguntas y mi padre me mostraba las respuestas. Cuando mi padre no estaba, acudía a los libros a hallar el por qué de las cosas por mí mismo. Aprendí, así mismo, historia sobre otras gentes y pueblos, y sobre lugares lejanos y hermosos, algunos de ellos tan antiguos que no pude satisfacer mi curiosidad con el material disponible en la biblioteca. En casa, mi madre me enseñó el concepto de “dios”, aunque debería decir “dioses”. Inevitablemente sentí curiosidad por el Señor Oscuro, uno de los dioses, aunque de menor linaje que el que poseen los que reciben las plegarias de mi madre. Supe que es Manwë, Señor de los Vientos, el que aparta las negras nubes que amenazan con oscurecer las Tierras Libres. Me enseñó como aliviar el dolor físico y como proteger mi espíritu cuando el mal de Mordor acecha al mismo alma del individuo. Apenas se blandir una espada, pero mi fe y mi amor por las cosas buenas del mundo me han protegido siempre.

Mis padres fueron muy felices cuando, al cumplir la mayoría de edad, les anuncié mi intención de trabajar en la biblioteca. Quise colaborar con mi ciudad para preservar la cultura, quise ayudar a inmortalizar el incalculable tesoro que se apila en nuestras bibliotecas. Durante estos años he vivido editando de nuevo viejos manuscritos, algunos en lenguas antiguas y casi olvidadas. Con la práctica he aprendido palabras en élfico, una lengua tan antigua y hermosa como la misma Tierra.
Se puede decir que he vivido tranquilamente y de lo que de verdad quiero. Pero decepcionado, observé hace poco que los archivos de Minas Tirith no poseen un material relativo a la geografía que pueda compararse al archivo histórico existente. Siento un intenso hormigueo cada vez que puedo leer algo sobre las Montañas Nubladas, la Ciudad del Lago, Valle, o las llanuras de Rohan. Me pregunto cómo son realmente esas tierras, puesto que los datos que poseemos sobre la mayoría de ellas son muy viejos. El bibliotecario ha captado mi inquietud y me ha informado acerca de una tarea que, aparte de ser de extrema ayuda a los archivos de la Ciudad, podrá llenar el vacío que siento en mi interior cada vez que estudio a los elfos o a las antiguas ciudades enanas. Me ha dado un permiso firmado por el mismo Senescal de Gondor, que me permite viajar allá donde pueda realizar trabajos topográficos del lugar.
Me espera una nueva etapa, totalmente distinta a mi vida hasta la fecha. Este diario me acompañará allá donde vaya y será el testigo de mis descubrimientos y estudios. Mis padres están preocupados, pero se que están orgullosos de mí. Esta noche he implorado a Manwë que proteja mis pasos, pues en la inmensidad del mundo ningún rincón está a salvo de la Oscuridad.
Ingold, escriba de Minas Tirith.