Ilsasiire de Lorien (por ella misma)

Esta es la historia resumida de Ilsasiire. La primera parte se titula "El ojo del Tigre 2" y es un complemento a aquella escrita por Nadril. La segunda parte es mas resumida. Poco a poco ire añadiendo partes. Por lo tanto no esta acabada de escribir... y espero que no lo este nunca!. Bien os dejo con el tochillo!

ENCUENTROS EN ESGAROTH

Era la última hora de luz solar cuando salí por las puertas del gremio de alquimia. Habia sido un duro día de estudio, lleno de complicados experimentos botánicos, exóticas mezclas de aceites y oración. Así que para relajarme un poco, antes de partir para Rivendel, decidí dar un largo paseo por la orilla del lago mientras daba un vistazo a los últimos puestos de venta, que formaban el mercado de Esgaroth. Esgaroth es un paraiso para quien busca vender o comprar algo, lleno de mercaderes, con exoticas mercancias, personas que deambulan de arriba a bajo, animales, pescadores del lago, niños, en fin todo el tipo de gente que os podeis imaginar.

Fue al pasar por el puesto de un vendedor de tabaco que puder oir a un anciano, vestido con una elegante túnica azul, hablar acerca de partir y atravesar las Montañas Nubladas para ir hasta Bree. Esperé a que el anciano acabara de conversar con el simpático mercader y me acerqué educadamente.

-Disculpadme señor..pero no he podido evitar oir que os dirigiis a Bree...- Comencé diciendo

-Bien ¿y vos quien sois?¿que quereis?-respondio el anciano un poco molesto. Mirando de arriva a bajo mis ropas élficas.

-Mi nombre es Ilsasiire. Soy una aprendiz de alquimia y estudio en esta ciudad y en Rivendel. -Dije mientras el hermoso anillo de piedras preciosas rojas de la mano del anciano, llamó mi atencion por un instante. –No os habria molestado si no fuese porque también yo he de cruzar el Bosque Negro y las Nubladas. Ir en compañía no es una opción a la que se debería renunciar a la ligera.- Espliqué al anciano, mientras este metía unos pequeños paquetes del tabaco recién comprado entre sus elegantes ropas.

-Mi nombre es Bomir- Respondió el anciano justo antes de comenzar a toser. A simple vista la salud del anciano parecia flaquear por instantes –No me vendría mal un poco de compañía para cruzar esas duras montañas... aunque no me gustan los desconocidos...nunca se sabe con quien te puedes aventurar...-De nuevo la tos interrumpió las palabras de Bomir. -está bien nos veremos al alba, en las puertas de la ciudad. Al otro lado del puente.-y sin decir más dio media vuelta y desapareció entre la multitud.

El alba llegó... y al cruzar el viejo puente; que hace de ingreso a Esgaroth; Bomir, como habia prometido, esperaba. Llevaba una polvorienta bolsa de viaje con una costura en oro. Yo me ofrecí a cargar con la bolsa, para ayudar. Pero Bomir se negó rotundamente; como si en la bolsa escondiera la reliquia mas valiosa de la tierra. Así que sin más demora partimos. Seguimos las orillas del Rio Celduin o Río Rápido como algunos lo llamaban, hasta llegar a la entrada del camino del Bosque Negro. Durante el viaje no hablamos demasiado pues Bomir no era un hombre de muchas palabras. Tan solo me habló de su familia; había viajado mucho y el negocio de la joyería le había permitido enriquecerse bastante. Bomir se dirijía Bree para resolver unos asuntos privados y no me quiso explicar nada más ya que por mi bien era mejor no saber nada más. El camino del bosque negro fue tranquilo. Vimos osos y otros animales del bosque. Amigos de la naturaleza que nos acompañaban en el margen de la larga senda. Nos detuvimos a descansar en el camino y encendí un pequeño fuego para calentar nuestros cuerpos y tostar un poco de pan de trigo. Después, Bomir se durmió, y yo vigilé toda la noche. Al fin y al cavo los elfos no necesitamos descansar tanto como los humanos. El amanecer llegó. Partimos de nuevo y llegamos hasta margen del Bosque. Allí nos esperaban asaltantes de camino armados hasta los dientes. Bomir me dijo que no tenía fuerzas para combatir; así que la mejor opción era ocultarse de arbol en arbol, de roca en roca hasta lograr pasar sin ser vistos y así lo hicimos. Cruzamos el Anduin por el Viejo Vado y después de unas horas llegamos a las Montañas Nubladas. Fue entonces cuando recordé que tenia que volver atrás, a la aldea hobbit de los Campos Gladios un asunto con el alfarero que me esperaba. Bomir no podía retrasarse en su viaje y decidió seguir adelante solo. Nos despedimos pero antes le rogue a los Valar que la suerte y la fortuna acompañaran al anciano para cruzar esas impenetrables montañas heladas.
-¡Gracias por la compañía Ilsasiire!- dijo Bomir mientras una leve sonrisa se dibujaba en su cara. –es una pena tener que separarnos ahora... pero mejor será así...-
-Bomir... ¿qué quereis decir con esas palabras?- pregunté con una gran curiosidad. ¿Qué es todo este misterio? Si veniis conmigo tan solo perdereis un dia de viaje pero ganareis en seguridad, o mejor dicho, ganaremos en seguridad.-Le dije mientras el viejo daba media vuelta y reiniciaba a caminar.
-Cuidate ilsasiire...hay veces en las que es mejor no saber demasiado... ¡Adiós!- Levantó la mano con un leve saludo sin volver la vista atrás.

Nunca pude imaginar el gran secreto que Bomir guardaba...

Los hobbits de los Campos Gladios fueron muy acogedores conmigo y me quede varios dias en su aldea. La posada era un sitio de fiesta continua; por no mencionar las deliciosas manzanas que solo alli se podían degustar. Compré viales de cristal para continuar con mis clases de alquimia y me puse en camino para Rivendel.

Entré de nuevo en las frias Montañas Nubladas y caminé por la ruta que conocía, esperando no encontrar a Bomir congelado. De repente fue el acero lo que se olló. Era sin duda el resonar de una espada. Tras un muro de hielo encontré a un elfo luchando contra unos lobos muy estraños. Las criaturas no eran seres naturales pues soplaban columnas de aire congelado al igual que los dragones escupen su fuego. Aunque proteger a los animales es mi vocación, esta vez tube que ayudar a Nadril, pues ese era su nombre como me dijo más tarde. Levante mis manos y oré a Oromë para que los reflejos del elfo se acentuaran y los lobos escaparan. Afortunadamente mis plegarias fueron oidas y los lobos escaparon.

Nadril y yo nos dirijimos a Rivendel y el largo camino nos ofreció la oportunidad de conocernos y de hablar de infinidad de cosas. Cuando le conté lo ocurrido en Esgaroth con Bomir, Nadril cambió la expresión y me contó una terrible historia acerca del pasado con este anciano. Me dio un escrito donde esplicaba todo lo ocurrido. Bomir no era un pobre anciano (para mas información sobre el escrito leer “El Ojo del Tigre” escrito por Nadril el elfo).

Finalmente llegamos a Rivendel y nos quedamos un largo tiempo allí. Yo me dedique al estudio de la alquimia y a recolectar cereales con los que fabriqué infinidad de panes. Otra cosa que aprendí es el arte de fabricar pergaminos y tinta sagrada para escrivir odas sobre los Valar. Conocí a Quenlauredon en los campos de cereales, un buen dia de sol, mientras este me observaba recolectar el grano de trigo. Quenlauredon era un elfo muy distinto de Nadril. Este parecia melancólico y el saber fluia de sus labios como la mas dulce de las músicas. Aprendí mucho de él; pues era, como ya he dicho, un pozo de sabiduria.

Llego el momento de partir. Esta vez el destino era Bree. Me encaminé al pequeño poblado para encontrarme con Cylil, mi viejo amigo. Por el camino encontré asaltantes y otros peligros. Pero mi experiencia me salvó la piel. Pudiendo sortear adecuadamente los peligros.

Llegué a Bree y busqué a Cylil. No había rastro de él. Algo siniestro había ocurrido. Nadie había visto al elfo desde hacía semanas. Ni siquiera Arold; su amigo medio elfo. Hable durante horas con Arold, en la Posada del Pony Pisador y organizamos una expedicion para buscar al nuestro amigo común Cylil Wa Ireace.

Salimos en su busca sin tener éxito. Lo unico que descubrimos es que la ultima vez que dijo donde iva fue a las Quebradas de los Túmulos.
Entablé una gran amistad con Arold, quien me regaló diversas prendas de vestir, hechas por él. Y yo le regale mis primeros brevajes de alquimia.

Dias mas tarde corria el rumor de que se habian visto jinetes trasgos en el Moscagua. Arold y yo fuimos a dar un vistazo. Y encontramos a un druida llamado Tyrael. Yo no lo conocía. Sin duda el ser mas misterioso que nunca habia visto. Un maravilloso aliado de la naturaleza del que me habria encantado aprender. El dia en el Moscagua fue toda una aventura. Llena de sorpresas y peligrosas situaciones. Pero ni rastro del trasgo.

En Bree conoci también a un carpintero llamado Nord al que ayudé a conseguir buena parte de su madera, protegiendolo en el bosque. La zona donde talaba la madera estaba infestada de asaltantes. Como recompensa me fabricó un arco estupendo, ligero como el papel.

Despues de muchos dias en aquel relajado lugar, decidi de proseguir con mis estudios en Rivendel y prepare el saco de viaje.
Me despedí de todos los nuevos amigos de Bree y partí al alba.
En las puertas de Bree me esperaba otra sorpresa. Conocí allí a un hombre llamado Amanth que se afreció a acompañarme en el viaje. Estubimos hablando mucho tiempo y le conté la desaparición de mi amigo Cylil. Amanth me dijo que me enseñaria el camino para ir a las Quebradas de los Tumulos si ese era mi deseo y cambiamos de ruta. Nos dirijimos a ese tenebroso lugar.
Fue un peligroso viaje. Lleno de asaltantes y bandidos. Pero al final llegamos a las Quebradas. Esa si que fue una arriesgada aventura. Fuimos atacados por muertos vivientes, esqueletos y espectros. Amanth demostró ser un gran guerrero y aprendí mucho de él. De Cylil no había rastro.

Despues de esa aventura llegamos a Rivendel. Amanth se despidió y entré en el palacio. Al parecer esa noche Nadril organizaba una pequeña fiesta con música tocada por él.

En la fiesta estaba Arold junto a un enano muy extravagante que llevaba una cresta blanca. El enano estaba borracho como una cuba y decia cosas raras; incluso llegó a beber vino élfico. Algo insolito de verdad. Su nombre no lo olvidaré jamás: Grunfoold Crestanevada. Mas adelante entablé amistad con el enano.

REGRESO A LORIEN EL BOSQUE DE ORO

Después de la gran fiesta ofrecida por Nadril estube unos meses dedicándome al estudio de las plantas y recogiendo ingredientes para mis clases de alquimia. Pasé una gran parte del tiempo en la biblioteca estudiando la historia de los Valar y aprendiendo algunas palabras “musicales” de gran poder energético. Oromë era mi valar y si tenia que orar a el necesitaba saber lo básico del lenguaje de la musica de la Creación.

Llegó el momento de regresar a mi tierra pues allí me esperaban los Oradores Divinos de Lorien. Era mi próxima meta. Mi nivel de alquimia era notable y ya estaba preparada para reconocer los ingredientes con los que se fabrica la sagrada tinta que se usa para escribir las odas divinas.

Llegué a Lorien. Era el lugar más maravilloso de Arda. Recogí la excelente miel que solo las abejas de ese bosque fabrican, recogí infinidad de flores y frutos, bajo la dorada luz que penetraba entre los gigantescos arboles de Mallorn.
Los Oradores Divinos me enseñaron el arte de bendecir el aguna sagrada y despues de poco tiempo aprendí el secreto proceso de la fabricación de la tinta divina. Pasé casi un año escribiendo y estudiando las palabras musicales de los Valar.

CAMINO A HARAD

Cuando abandoné de nuevo el bosque de la Flor de los Sueños o Loth-Lorien como se dice en mi lengua, me encaminé hacia Edoras la más importante ciudad de la Tierra de los Caballos. Allí crece una flor de propiedades medicinales que necesitaba para fabricar medicinas.
La sorpresa fue encontrar a Arold allí. Estubimos hablando en la posada y me contó muchas cosas. Él se dirigía al sur lejano a las tierras de los Haradrims. El viaje era realmente peligroso y largo. Después de mucho hablar decidi acompañar hasta esas tierras a mi amigo y así fue. El viaje fue largo, muy largo. Tardamos semanas en llegar por no mencionar la infinidad de aventuras que pasamos por los caminos y montañas. Aprendí mucho acerca del combate. Arold era un excelente guerrero. Su maestro lo habia enseñado muy bien. Era evidente que las manos de Grunfoold habian hecho del medio elfo una maquina de combate.
Finalmente llegamos a los desiertos de Harad. Nos refugiamos en el interior de una cripta abandonada. Eso fue casi nuestro fin. Las criaturas del Mas Allá nos atacaron. Fue una terrible batalla que no pudimos vencer. Cientos de muertos vivientes y esqueletos casi acaban con nuestras vidas. Yo fui gravemente herida y de no ser por Arold... este sería el final de mi historia.

ENCUENTRO CON GRUNFOOLD

Tras el largo viaje regresé a Rivendel pasando por infinidad de aventuras sin mucha importancia... si las comparamos con lo que me esperaba. Encontre a Grunfoold el enano en el palacio de Elrond. El enano tenía muy mal aspecto. Algo le había ocurrido. Se comportaba de un modo muy estraño. Le di unos frascos de agua bendita de Lorien, con la esperanza de que le hicieran efecto.
Grunfoold nunca me revelo lo que le habia sucedido pero después de ese suceso empezó una vida espiritual. Se encaminó por la senda de los animistas enanos. Allí empezó nuestra amistad.
Un tiempo más tarde ya parecía el enano de siempre; con sus modales y su energía debastadora. En una ocasión me dijo que iba a aplastar las cabezas de unos trolls y decidi acompañarlo. Nos introducimos en el Bosque de los Trolls. Nunca he visto nada igual. El enano mataba a los trolls con una facilidad escalofriante. Fue una noche terrible para aquellas horrendas criaturas. Aprendí mucho del enano.

LA CUEVA MISTERIOSA BAJO EL HIELO

Despues de la terrible batalla en el bosque. Dedique un poco de tiempo al estudio y a la alquimia. Conseguí fabricar pociones con propiedades prodigiosas. Arold lo sabe muy bien. Pues muchos de esos preparados acabaron en su mochila.
Una mañana llego Grunfoold con un estraña noticia. Al parecer habia encontrado la entrada de una misteriosa cueva en las Montaña Nubladas. Hablamos del tema con Arold y partimos para explorar el lugar. Por el camino nos encontramos a Nadril y a Quenlauredon que se unieron a la expedición. El exterior de la cueva estaba plagado de trasgos, que nos atacaron, pero fueron erradicados. El interior de la cueva no fue menos acogedor. Estaba llena de trampas y el suelo era extremadamente helado y resbaladizo. Tambien alli encontramos trasgos; cientos de ellos. La cueva parecía un laberinto. Habia infinidad de salidas y entradas. De nuevo mas trasgos nos atacaron. Al final de los tuneles encontramos lo que parecia ser el escondite secreto de las Asaltantes de los Hielos. La cabeza de su jefe rodó ese día.

GLOGNIUS EL ENANO PERDIDO

Días más tarde me dirijí a Esgaroth. Al gremio de alquimia, para fabricar algunos brevajes que necesitaba mi amigo Arold. Permanecí en la Ciudad del Lago unos dias mientras esperaba la llegada del medio elfo. Cuando llego me invito a acompañarlo a las Montañas de Hierro y acepte. Nos pusimos en camino y conoci aquellas desconocidas tierras para mi. Por el camino encontramos a un enano llamado Glognius que deseaba ir a Minas Tirith. Despues de resolver los asuntos que habían llevado a Arold a esas montañas, nos pusimos en camino con Glognius y lo escoltamos hasta Minas Tirith. Fue un largo camino pero al final llegamos. Glognius demostró ser un fiel amigo y juntos aprendimos muchas cosas el uno del otro. Un cartel me llamo la atención en la entrada de Minas Tirith. Estaba escrito: “Visitad pueblo de Pelenor los calabozos. Dos orcos han sido capturados y están con vida....” no seguí leyendo...

EL ESTRAÑO VIAJERO
Permanecí en Minas mucho tiempo. Pues allí había mucho movimiento de enemigos y las gentes necesitaban ayuda.
Una mañana me encontraba en la entrada de Minas Tirith hablando con Glognius, cuando aparecio un extraño viajero. Este dijo ser de Benfalas y yo la aconpañe por toda la ciudad enseñandosela junto al enano. El Extraño viajero me dijo que si le podia reservar una habitación en la mejor posada y yo fui inmediatamente a hacerlo. El viajero se encaminó hacia el interior de Minas. La cosa que me sorprendió es que nunca más lo volví a ver. Ni siquiera vino a la posada. Algo no me gustaba de esta historia...