Nadril de Theroaster

Nombre: Nadril de Theroaster
Cultura/raza: Teleri
Profesión: Escriba, sastre y carpintero
Altura: 1,75 m
Peso: 62,5 Kg
Pelo/ojos: Castaño claro/Marrones
Lugar de Nacimiento: Los Puertos Grises
Género/edad: Masculino/123
Conducta: Imprudente
Personalidad: Amable
Motivación: Narrar grandes gestas (propias o ajenas)
Alineamiento: Neutral Bueno
Deidad: Ulmo, Señor de las Aguas
Clases: Bardo

Historia:

Nadril de Theroaster, joven bardo, aventurero e insensato (muchas veces). Nacido en los Puertos Grises desde muy joven se sintió atraído por las artes, más que por el agua. En especial por las historias que narran aventuras, historias del bien contra el mal. Su mayor deseo siempre ha sido el ser partícipe de una de ellas o, al menos, ser testigo de ellas para poder relatárselas al mundo. Sin embargo, la peor historia que pudiera imaginarse, aquella que nadie querría vivir, le iba a tocar sentirla en primera persona. La caravana en la que viajaba, camino de Rivendel, con su prometida Eleral fue atacada. Pese a que salvó la vida se encontró con la peor tragedia: Eleral fue capturada por los orcos y él se encontraba sólo en el bosque, perdido, jurando no descansar hasta encontrarla y liberarla.

Tras pasar varios meses vagando por los bosques en busca de la partida de orcos que les atacaron y secuestraron a Eleral, la prometida de Nadril, éste comenzó a perder la esperanza de encontrarla con vida. Sin embargo algo cambió, en uno de sus sueños contactó con ella, lo que le dió fuerzas y ánimos para seguir pese a que ella le advertía de la fuerza de los orcos y lo difícil que sería su rescate para un bardo poco entrenado en el arte de la guerra. Por ello Nadril se quedó en el bosque, entrenándose y esforzándose para superarse día a día. En esto que un día se encontró con un druida llamado Tyrael, con el que poco a poco fue trabando amistad hasta llegar a contarle el motivo de su estancia en el bosque. Siguiendo los consejos de Tyrael acudió a Rivendel a perfeccionar sus artes, con la esperanza de ser capaz de encontrar a los orcos y rescatar a su amada. En el tiempo que ha estado allí ha trabado amistad con gentes con una causa similar: derrotar al mal. Hamanth, Solmot, Mara y Gonthallion entre otros han sido sus compañeros de aventuras en las últimas semanas y la amistad trabada con todos ellos ha hecho que ahora no esté solo en su busqueda y pueda contar con ellos para ayudarle. Con el avance de los orcos en los últimos días siente que hay más posibilidades de recabar datos acerca del paradero de Eleral, sin embargo la presencia de Laomir, aparentemente obsesionado con matarlo, hace que salir de Rivendel en busca de información sea aún más complicado y peligroso.

Los meses transcurren, largos y perezosos, como los ríos en la desembocadura, y no hay ninguna pista sobre el paradero de Eleral y sus captores. Laomir persiste en sus infructuosos intentos de acabar con Nadril y el bosque permanece en calma....poco cambia.

Nuestro joven bardo pasea por la rivera del Anduin, como le gusta hacer de vez en cuando, meditando sobre su situación y con el sentimiento de su amada continuamente en el corazón. Cansado y melancólico decide tumbarse junto a unas rocas y dejarse llevar por la suave brisa que corre a esa hora.....el sueño le vence.....
De pronto, un grito desgarrador despierta a nuestro bardo ¡¿Qué sucede?! De un golpe se pone en pié llevando la mano a la empuñadura de su espada, mira a su alrededor.....oscuridad....terrible oscuridad....y gritos.....sonidos de espadas......¿Qué puede estar pasando?....
Necesita calma, serenidad....se concentra y con un suave canto llama a la luz de Earenthil para que le ilumine....quizá no sea una buena idea ver lo que sucede a su alrededor.
Un profundo resoplo bufa a su espalda....¿qué será?.....se da la vuelta.....sombra y llama se mezclan....¡¡¿un Balrog?!! ¡¡¿en el Anduin?!! ....pero sigue mirando a su alrededor, ya no está junto al río. Paredes y barrotes a su alrededor ¿una mazmorra? ¿pero cómo? De pronto se abre una puerta y comienzan a aparecer todo tipo de criaturas que Nadril sólo conocía por escritos y relatos. Y así se inicia una lucha sin fin mientras el Balrog ríe sin piedad ante el espectáculo. Mientras lucha desesperadamente por su vida, poco a poco, el joven elfo se va haciendo una idea sobre dónde está, aunque ignora el motivo que lo ha llevado ahí. Tras horas de pelea sin fin, Nadril exhausto por el esfuerzo, agotado, hace un último y desesperado intento retando al ser que disfruta con su sufrimiento. Se encara con el Balrog y lo desafía. El Balrog avanza hacia él y no tiene ningún problema en hacer que Nadril caiga al suelo, pese a que intenta resistirse el cansancio es demasiado poderoso y vuelve a dormir. Puede que sea su último sueño...
El frío lo envuelve ahora, un frío intenso que ya ha sentido alguna vez en los últimos meses. Sin embargo el frío comienza a desaparecer al tiempo que unos ojos comienzan a tomar forma frente a él, unos ojos que irradian calidez, unos ojos que él conoce, que ya a visto....son los ojos que anda buscando....Eleral.....está con él....animándolo a levantarse....en un impulso instintivo se pone en pie y mira a su alrededor.
De nuevo en la rivera del Anduin, con una cálida sensación, y el recuerdo aun latente en su retina. Poco a poco las piezas comienzan a encajar y el puzzle cobra forma...Eleral.....y su captor.... la búsqueda ha finalizado, ahora sabe donde esta su amada. Este sentimiento de satisfacción se entremezcla con la pesadumbre de haber visto quién la retiene. Sus débiles habilidades nada pueden contra el poder del Balrog.....por ahora.
Nadril lanza al viento una promesa y un beso al viento: "Pronto estaremos juntos de nuevo". Su objetivo ahora es claro, entrenar y hacerse fuerte, a la vez que encontrar aliados tan locos como él, para enfrentarse al Balrog.

....por lo pronto ya sabe de 2 que irán con él sin pensárselo

//Dulin:

jajaj......cuenta conmigo amigo!!!....quien mas loco que Dulin para acompañarte en una aventura que nos tiene la muerte asegurada?¿¿?.....ademas ya sabes que ante un rescate nada mejor que el sigilo y las habilidades manuales mauajaja....espero volver pronto entre vosotros.

Ha pasado el tiempo, otra estación más, muchas han sido las aventuras que ha vivido nuestro amigo en ese periodo: el conflicto de las nubladas, las incursiones de los orcos desde el sur, las señales de los Valar, el misterio del Bosque Negro….mucho ha aprendido en estos meses, sobre la música y sobre la vida. Ha trabado nuevas amistades y ha reforzado las ya existentes gracias a los peligros vividos, y sin embargo algunas cosas apenas han cambiado, sigue sin hallar rastro de la posible morada de su rival. Para no volverse loco, nuestro amigo se ha centrado en su oficio, el sueño de su niñez de construir un barco está cada vez más cercano. Sin embargo, otro sueño, permanece por ahora inmóvil, el de navegar junto a su amada. Allí donde va, el joven elfo busca en las bibliotecas, en las torres, en cualquier morada del saber él se detiene, estudia a fondo libros y pergaminos, intenta aprender nuevas y desconocidas lenguas para él gracias a sus conocimientos de bardo y su habilidad de escriba para investigar nuevos libros, pero ninguna pista halla que le lleve hasta Eleral y la posible morada del Balrog. Al menos sabe que cuenta con buenos camaradas, pues todos se han ofrecido para ayudar en la busqueda y liberación de su prometida. Tyrael, Mara, Edrahil, Grunfoold, Hammanth, Hurmeg, Arold… todos están dispuestos a afrontar los peligros que sean necesarios con tal de encontrar y rescatar a Eleral así como arrimar el hombro en la construcción del barco. Su apoyo y templanza hacen que el sueño de Nadril siga latiendo con fuerza: verlos juntos formar un hogar con las ganancias del comercio y, de vez en cuando, navegar por la costa en su barco.
Y sin embargo otros asuntos perturban la mente del joven Bardo. Su amigo Tyrael se vuelve día a día más esquivo, menos sociable de lo habitual, aquel con el que pasara horas tocando agradables melodías en la Cima de los Vientos se torna cada vez más arisco. Puede que los acontecimientos del Bosque Negro estén haciendo mella en su ánimo o quizá sea otra cosa. Es tanto lo que desconoce del druida que le preocupa los que pueda sucederle. Con el tiempo, espera conocer mejor a su amigo y, si es posible, hallar la manera de ayudarlo

//Melnibones:

ese druida lo que esta es enamorao!!!

jiajia, muy buena la historia trencitas, pronto patearemos el trasero peludo y caliente de ese cabron con cuernos que se tira a tu novia...

//Tyrael:

estoy mas esquivo de lo habitual???

XD

esa es buena jeje

Cae la tarde suavemente, un día termina y el siguiente aguarda plácido su turno. Los últimos rayos de sol iluminan las ruinas de Amon Sûl, la cima de los vientos. Sobre ellas, en lo más alto, una silueta se dibuja agazapada bañada por la cálida luz del ocaso. La figura permanece inmóvil, contemplando el atardecer desde su privilegiada posición. Sentado, con las piernas encogidas, la capa ondeando armoniosamente por el viento, un bastón apoyado sobre el cuerpo y una pequeña arpa entre las manos. La imagen del joven bardo se presenta ahora clara. Solitario, como viene siendo habitual en el en los últimos días, se esfuerza en poner melodía a tan bello atardecer. Como cabría esperar, a tenor por su rostro, la música es melancólica, casi triste, sin embargo, en su esencia se percibe algo, un toque especial la envuelve haciendo que la tristeza inunde el alma, que los sentimientos dolorosos afloren con facilidad. Los recuerdos que pasan por la mente del intérprete se traducen en la melodía, su estado de ánimo se ve claramente reflejado en ella.

Bañado por los últimos rayos de luz, se puede ver a Nadril con la mirada perdida mientras el viento choca contra su figura. Su mente se haya atormentada por los recuerdos, en un ejercicio de memoria en el que hace repaso de su vida en los últimos dos años

Recuerda perfectamente la felicidad que le embargaba en los Puertos Grises, el día en que partía, en compañía de su prometida Eleral, hacia Rivendel, a celebrar la ceremonia de su unión. Recorre su figura como si la tuviera presente ahora mismo: sus verdes ojos, su dulce mirada, la caída de sus largos cabellos, la túnica de fina seda hecha por su padre como regalo para tan feliz enlace...Y cómo tanta felicidad se vio truncada semanas más tarde, cuando una partida de orcos, portando un extraño emblema, sorprendió a la caravana que los transportaba y raptó a Eleral, llevándosela a un lugar desconocido.

Estos recuerdos, tan duros, se entrecruzan con otros, más amenos. Como el día que conoció a Tyrael, un druida que lo encontró perdido en el bosque y que le dio sus primeras lecciones sobre supervivencia, de su llegada juntos a Rivendel, de la gente que allí conoció y de lo mucho que aprendió de sus artesanos. De cómo se entrenaba para partir en busca del rastro de los captores de Eleral y de su frustración al no hallar nada.

La brisa se va tornando más cálida conforme pasan los minutos. La música, que ahora fluye con más naturalidad, va cambiando de tono según pasan los recuerdos por la mente del bardo. Su rostro se ve ahora relajado, si bien sus ojos demuestran un profundo dolor envuelto en melancolía.

Bree, la aldea en la que conoció a gente, a la que un día llamaría camaradas, como Hamanth y Arold, o a locos villanos como Laomir. La aldea de la que partió en busca de una reliquia perdida, El Ojo del Tigre, y a la que volvió dando gracias por seguir con vida. El lugar donde aprendió que en cualquier esquina puede encontrarse con su enigmático enemigo, debiendo estar siempre preparado para resolver las más difíciles y peligrosas situaciones.

El bosque verde, donde aprendió a cazar y extraer la piel de los animales para su posterior uso en el noble arte de la sastrería. Arte que ha pervivido en su familia de generación en generación, y en el que espera poder convertirse en maestro, para suceder a su padre y para entregar a Eleral el barco en el que realizar sus sueños. El bosque en el que conoció a exploradores como Edrahil, Hurmeg o Mara, gente curtida en el uso de la espada y que no dudó en ayudarlo. También conoció a Dulin, el pícaro del que aprendería a pasar desapercibido, o al menos a intentarlo.

Tharbad, la bella y próspera ciudad que tan buenos suministros le proveía. Tuvo que soportar ver su caída y posterior liberación, aunque lo más doloroso resulto la visión de los orcos campando a sus anchas por la ciudad, orcos que podrían saber del paradero de su amada, orcos que le traerían un brillo de esperanza a tiempo de evitar su caída en la locura.

Las Montañas Nubladas, el lugar donde se cruzó con un enano de curioso carácter y no menos curiosa vestimenta, roja toda ella, incluyendo el parche que cubre la cuenca vacía de su ojo, con su pelo blanco todo encrespado. Grunfoold Crestanevada, decía llamarse. El que parecía destinado a ser uno más de los conocidos del bardo, acabó siendo a la postre uno de sus mejores aliados, permitiéndole incluso el acceso al reino de los Erebor, para aprender de los escritos allí custodiados y para narrarles las hazañas del valiente enano. Las montañas, donde habita una misteriosa y peligrosa banda de asaltantes. Durante un tiempo sus continuos e intensos ataques contra los viajeros que intentaban cruzar las montañas hizo que fuera imposible atravesarlas. Costó tiempo y esfuerzo localizar su escondrijo, aunque hubiera sido preferible no hacerlo. Dirigidos por Grunfoold, el grupo compuesto por Zhoran, Balin, Dulin y Nadril consiguió adentrarse en su guarida hasta llegar a la líder de la banda. Una misteriosa y peligrosa hechicera que los tuvo al borde de la muerte, pero que gracias a la valentía de unos y al desconocimiento de la propia muerte, en el caso del joven elfo, erró en su intento. Les hizo saber que reclamaban esas tierras como suyas y que tenían el legítimo derecho, y la intención, a defenderse contra los que consideraban sus invasores, pues no estaban dispuestas a consentir el tránsito por esos sus dominios. Tras una dura batalla contra el frío, animado por esta figura, en la que se impusieron los fuertes brazos de los tres enanos y el pícaro, levemente ayudados por las entonces escasas habilidades del elfo, consiguieron escapar a tierras más seguras y analizar con calma lo sucedido para hallar una solución al conflicto. Dicha solución, temporal en principio, vino dada por la mediación de Tyrael, quien consiguió llegar a un acuerdo con ellas para permitir el paso por una zona de la montaña alejada de la que daban a entender como su núcleo principal.

El Sol se ha puesto ya, el cielo viste un hermoso color rojizo, enfatizado por algunas nubes y el viento cambia ahora de dirección, soplando desde el Este, un poco más frío.

Sus recuerdos se centran ahora al otro lado de las nubladas, en la rivera del Anduin, donde tuvo aquella visión reveladora, angustiosa a la vez que esperanzadora. La visión de Eleral y de su captor, un terrible Balrog. Tal visión no hizo sino que se obsesionase en perfeccionar sus habilidades sin caer en la cuenta de que aún le restaba la tarea más complicada: hallar la guarida de los captores. Aun hoy confía en que los dones de sus camaradas les permitirán pronto encontrar dicha fortaleza y llevar a cabo el rescate, o sucumbir en el intento.

Cerim Amroth, el reino de los elfos del bosque negro, el lugar en el que conoció a Quelauredon, el sabio y curtido elfo con el que tan buena amistad ha trabado, del que tanto está aprendiendo sobre su pasado, aquel que le está transmitiendo la madurez y saber hacer de un elfo experimentado y al que Nadril, a cambio, está ayudando a recuperar la ilusión por la vida en esta orilla del mar. Con el que simbólicamente ha sellado la herida que un día se abrió entre hermanos, entre bosque y mar, entre el mundo antiguo y el mundo actual.

Fangorn, donde tantas veces se ha perdido y en donde en otras tantas ocasiones ha buscado refugio para inspirarse y entrenarse, para acallar las voces que constantemente atormentan a su alma, que lo alientan a partir con rumbo desconocido, pero que al menos apacigüe su sed por encontrar a Eleral.

El misterioso viaje de Grunfoold a los túmulos y la mortal herida que recibió en el hombro. De cómo sus camaradas hicieron lo imposible por evitar su marcha de este mundo y cómo, tras finalmente recuperarse, se volvió un ser más místico, preocupado por cuestiones más trascendentales que la bebida y el combate, al menos por un tiempo.

Minas Tirith, la hermosa ciudad de la torre blanca. El lugar al que los condujo, a él y a sus camaradas, una estrella durante el invierno, en un largo viaje de peregrinación por la Tierra Media y donde empezaron las misteriosas revelaciones de los Valar. La búsqueda iniciada siguiendo las señales que éstos iban enviando a sus devotos y que desencadenaron toda una serie de pequeños acontecimientos que condujeron, por un lado, al fortalecimiento de la amistad entre Arold y Nadril, a su capacidad para cuidar el uno del otro durante su estancia en el lejano y peligroso desierto de Harad, donde tantas veces estuvieron a punto de traspasar el umbral hacia la otra vida y donde aprendió a valorar ciertas cosas; y, por otra parte, al nombramiento de los Guardianes, aquellos elegidos que dedicarían parte de sus esfuerzos a custodiar las Esencias encontradas. El joven imprudente que se lanzaba hacia el peligro sin miramientos quedó atrapado en ese desierto, saliendo de allí alguien mucho más meticuloso a la hora de valorar cuándo es el momento para el combate y cuándo el de pasar desapercibido para probar otras técnicas.

Poco a poco, el rojo intenso del cielo va cediendo terreno a un suave azul oscuro y las primeras estrellas comienzan a brillar. La plácida calma de Amon Sûl sólo se ve rota por el sonido del viento sobre las ruinas y por la suave melodía que alguien interpreta desde lo alto de las mismas. Alguien que tiempo atrás prefería la acción frenética, cual enano, a la contemplación y el estudio de los acontecimientos y que ahora, tras el paso de tantas horas en las moradas del saber ha aprendido otros caminos para conocerse, a admirar la estructura del universo en los pequeños acontecimientos con la puesta del sol, ha hacer las cosas, en definitiva, de una manera bien distinta.

Nadril escucha atento al viento, a las nuevas que éste trae en el día que ya termina. Su mente vaga por el mar, respirando su aroma. Guardián de la Esencia del Agua, sus sentimientos de orgullo y honra ante tan gran honor se entremezclan con la responsabilidad y el riesgo que conlleva. Velar por aquello que los Válar se han dignado a conceder a los seres terrenales, mantenerlo a salvo y evitar que cayera en las manos del enemigo lo han mantenido alejado de la que debería ser una de sus principales tareas, si no la que más. Por otra parte, esta enorme responsabilidad ha hecho madurar al joven bardo, evitando el peligro y la confrontación siempre que le ha sido posible. Otra de las consecuencias de su carga ha sido el retiro al que se ha visto impuesto en Fangorn, el cual le ha servido para aclararse la mente, aprender nuevas técnicas y tener más visiones sobre Eleral, la gran fuerza que da sentido a su existencia. En ellas la ha contemplando siempre triste, sola, encerrada en una habitación, sometida a los angustiosos sonidos de torturas que atraviesan las paredes, mirando por una ventana y enviando mensajes al viento, para animar a Nadril a no cejar en el esfuerzo por encontrarla.

Angustiado por la idea de que sus visiones pudieran ser sólo fruto de su imaginación fue viajando por la Tierra Media en busca de respuestas, consultando a sabios y estudiando los viejos libros en cada pueblo donde encontrara una biblioteca. Gracias a ello, poco a poco el elfo fue ganando el gusto por la lectura, quedando fascinado por las muchas historias que encontraba en ellos y que, a diferencia de su oficio, quedaban grabadas para que cualquiera pudiera acceder a ellas y perdurar a la memoria de los lectores. Esta fascinación por una manera tan distinta de transmitir el saber, en lugar del boca a boca propio de su profesión le llevó a las grandes bibliotecas de Erebor, Esgaroth, Rivendel y Minas Tirith. Lentamente, con el tiempo y con mucha paciencia, fue aprendiendo el noble arte del escriba, llegando incluso a aprender algunos dialectos menores, necesarios para la traducción de textos, tarea en la que le sirvieron los conocimientos adquiridos de tanto viajar antaño cantando gestas.

Es así, recorriendo hogares del saber, como poco a poco ha ido aprendiendo cosas sobre los viejos demonios del mundo antiguo, de su origen y caída, y de cómo en la actualidad sólo quedan unos pocos en la Tierra Media. Poco a poco, y con dedicación, ha ido ubicando en un pequeño mapa los posibles lugares en los que encontrar las moradas de estos aterradores y malévolos seres, con el fin de encontrar pistas que le conduzcan al adecuado, al captor de su amada. Reprimiendo el deseo de su corazón de partir cuanto antes en busca de señales que le lleven al lugar adecuado, con el tiempo ha ido aprendiendo que lo mejor siempre es la prudencia y la paciencia, por lo que ha seguido recorriendo bibliotecas, estudiando más libros y aprendiendo nuevas cosas, leyendo las gestas que otros realizaron en situaciones tanto o más complejas, y analizando las decisiones que estos héroes tomaron en su momento.

Esta faceta intelectual la ha ido combinando con la de aventurero, pues en no pocas ocasiones, lo que en principio parecían plácidos y tranquilos viajes han terminado siendo grandes vivencias con las que se ha hecho más fuerte y sabio.

Las últimas semanas han resultado determinantes para el devenir del joven elfo. Aun pasan vivamente y con fuerza las imágenes de su visita a las criptas de los Túmulos. Siguiendo a sus camaradas Dulin, Arold y Mara, liderados por Grunfoold y guiados por nuevas señales de los Válar, el nutrido grupo se adentró dichas criptas, bajo la premisa de la prudencia y la cautela, al parecer para encontrar unas reliquias que en sí mismas no parecieran tener gran valor, pero que quien sabe más adelante el papel que jugarán en esta sinfonía orquestada por lo Válar.

Los misteriosos sucesos del Bosque negro también pasan por la mente del bardo. De cómo la oscuridad se fue apoderando de su interior y los trasgos osaron asentarse en él. Los esfuerzos de Tyrael por hallar el origen del mal oculto en su interior, las investigaciones de los montaraces que dieron con el ingenioso y siniestro sistema por el cual se suministraba equipamiento a los nuevos habitantes del bosque. Las pequeñas incursiones que realizó en el bosque en compañía de Tyr, Dulin y Arold con el fin de conocer de primera mano a los invasores y poder precipitar acontecimientos, aunque poco lograron averiguar, ya que las líneas de defensa eran difíciles de atravesar para grupos tan numerosos. Extrañamente, cuando parecía que las posiciones se estaban estabilizando, algo debió suceder en el interior del bosque, ya que los propios trasgos fueron expulsados por la misma oscuridad que en principio los cobijaba. Finalmente un grupo de valientes se aventuró en el bosque con la intención de esclarecer tan misteriosos hechos, y si bien estuvieron cerca de perecer, finalmente tuvieron éxito en su empresa, consiguiendo expulsar a la oscuridad del bosque, dejando la tarea de restablecer la paz, tal y como estaba antes, a los elfos del reino de Lorien.

Todos estos recuerdos y muchos más, como lo sucedido hace pocas noches, en la casa del señor Elrond, en el cónclave por el que se designó al Quinto Guardián, el cónclave en el que se encontró a sí mismo en la posición de hablar ante el consejo, analizar las virtudes de sus compañeros, exponer la situación, usar su propia experiencia para tomar una decisión, usar la sabiduría adquirida en las bibliotecas y en los caminos, junto a sus camaradas esquivando el peligro. Todas estas vivencias atraviesan la mente del joven elfo en la hoy tan señalada fecha, haciéndole caer en la cuenta de la distancia, casi abismal, que le separa del impulsivo e imprudente joven que abandonó los Puertos con la intención de regresar en breve. Ahora, en esta tan triste fecha, se ve a sí mismo contemplativo, meditando, algo que en rarísimas ocasiones había hecho, se da cuenta de que es capaz de pasar horas estudiando en un lugar cerrado, ya no siente la misma necesidad de recorrer los caminos y es capaz de acallar ese ímpetu cuando es necesario con sólidos argumentos, para actuar de una manera mucho más prudente. Aquí, en este atardecer, se cumplen dos años ya del fatídico día en que los siervos del Balrog, por fortuna o encargo, arrebataron a Eleral del lado de Nadril. Su mirada se haya perdida en el horizonte, con la vana esperanza de cruzarse con la de ella. Se la imagina encerrada en alguna torre, mirando por la ventana, esperando ver a su amado aparecer junto a sus amigos para liberarla.

La última claridad que quedaba del día se ha desvanecido ya. El cielo, otrora rojizo, luce un oscuro azul plagado de estrellas, las pocas nubes que había se han ido, dejando a la vista la plenitud de la bóveda celeste en una noche casi mágica. El viento hace rato ya que ha cesado en su eterna batalla por desplazar lo que queda de las ruinas.

Nadril, se ha dormido.