Los Istari

La historia conocida:

La palabra quenya “istar”, en sindarin “ithron”, suele traducirse como “mago”, sin embargo, es preferible seguir refiriéndose a los Istari mediante este vocablo a fin de no malinterpretar su verdadera naturaleza, pues el término “mago” ha sido corrompido en su esencia por leyendas posteriores.

Se piensa que los Istari llegaron a la Tierra Media alrededor del siglo XI de la Tercera Edad, coincidiendo con el resurgimiento del poder de Sauron, aún oculto para la inmensa mayoría de sus habitantes. Al principio muchos creyeron que eran Hombres que habían aprendido ciencias y artes ocultas mediante un prolongado estudio secreto. Los Hombres, en cambio, pensaron que eran de raza élfica debido a su longevidad y también por el especial trato que solían tener con este pueblo. Con el paso de los años, muchos se extrañaron porque el tiempo no parecía pasar para los Istari ni siquiera como para los Elfos, pero de ellos ninguno llegó a imaginar quiénes fueron realmente estos sabios y sólo unos pocos conocían su secreto.

Cinco Istari llegaron desde el Oeste lejano sin que nadie supiera de dónde venían ni quienes eran…Nadie excepto Círdan, el Carpintero de Barcos, cuyos ojos ven más allá que ningunos otros en Arda. Círdan, el Amo de los Puertos Grises, fue durante mucho tiempo el único que conoció este secreto pues él, el Guardián del Tercer Anillo, fue testigo del desembarco de los Istari.

Cuando Círdan los vio llegar, dejó pasar sin retenerlo al mayor de todos ellos, el que parecía ser el principal de la Orden: alto, de porte noble y bella voz, vestido de blanco, sabio y muy hábil para realizar obras con sus manos. Se fijó, en cambio, en el último en llegar a los Puertos, el que parecía quizás menos importante: de menor estatura que los demás, de aspecto más débil y envejecido, vestía ropas grises y se apoyaba en un cayado…pero Círdan descubrió en él, con su penetrante mirada, al espíritu más sabio y poderoso entre ellos, y a él le concedió la custodia de Narya, el Tercer Anillo, el anillo Rojo.


De los cinco que llegaron apenas nadie conoció si quiera sus verdaderos nombres. Dos de ellos, los Ithryn Luin (magos Azules) partieron hacia el Este y nunca más se supo de ellos; al vestido de color pardo, se le conoció como Radagast; al principal en la Orden, de vestiduras blancas, se le llamó Saruman, mientras que el último, el más conocido por Elfos, Hombres y demás razas de la Tierra Media, tuvo varios nombres, uno de los más famosos fue “Gandalf”, pero pocos conocieron al final de los días cuál fue el verdadero.

- Por Ithilnen -

La verdadera historia:
Parte I : Naturaleza de los Istari y motivo de su llegada a la Tierra Media.

La verdadera historia de la naturaleza de los Istari y el propósito de su llegada a la Tierra Media no es conocida por ningún ser viviente de Arda salvo por los mismos protagonistas. Lo que aquí se cuenta sólo se dará a conocer en el fin de los días, pues ni siquiera los propios Istari pueden dar noticia de esto.

Se dice que los Istari pertenecen a un grupo de la Orden de los Valar aunque de menor rango o categoría, a éstos se les llama Maiar. Todos los Istari son Maiar pero no todos los Maiar son Istari, sino que sólo se les da ese nombre a cinco de ellos, los que fueron enviados a la Tierra Media con una misión especial. De los Maiar que no pertenecen a la Orden de los Istari se hablará en otro lugar.

Los Istari fueron elegidos por los propios Valar de entre sus sirvientes Maiar con un propósito: viajar a Arda y ayudar a los Hijos de Ilúvatar a enfrentarse al mal causado por los seguidores de Morgoth. Para cumplir esta misión, los Istari debían adoptar apariencia humana y mezclarse entre las distintas razas para lograr llevar a cabo su tarea sin dar a conocer sus verdaderas identidades y sin someter de modo alguno a los pueblos de Arda ni aprovecharse de sus poderes para influenciarles. Debido a esta encarnación que se les exigió, los Istari sufrirían los mismos males que afectan a Los Nacidos, por tanto, estarían expuestos a todo tipo de dolores físicos y psíquicos, dudas, miedos, inseguridades, etc. Por esto, cabría la posibilidad, como de hecho así fue para la mayoría, de que se separasen del camino indicado por sus señores errando así en la empresa que les había sido encomendada. Este era, sin embargo, un riesgo que los Valar debían asumir con el fin de preservar la libertad e independencia de los Hijos de Ilúvatar.

Cuando en los primeros tiempos de la Tercera Edad, los Valar tuvieron conciencia del resurgimiento del mal implantado por Morgoth y observaron como la sombra de su sirviente Sauron crecía oculta hasta el momento en que pudiese mostrar su poder sobre los pueblos, decidieron convocar un concilio para buscar posibles respuestas. En él, Manwë, quizás por consejo del propio Eru, decidió mandar a tres emisarios que se presentasen voluntarios, explicándoles, en primer lugar, las condiciones en las que deberían marchar. Quienes accediesen al cumplimiento de la misión debían ser poderosos, pares del propio Sauron, para así poder hacerle frente y, sin embargo, encarnados según la imagen de los Hijos de Ilúvatar, a fin de poder ganar la confianza de éstos y ayudarles sin imponerse a ellos.

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La verdadera historia:
Parte II : Voluntarios para la misión y desarrollo de la misma.

Dada la dificultad de la misión, sólo dos Maiar dieron el paso al frente para aceptar el cometido: Curumo, elegido por Aulë y Alatar, enviado por Oromë. Entonces Manwë preguntó por Olórin pues, al parecer, tenía cierta predilección por él, pero éste se excusó diciendo que se sentía demasiado débil y además temía a Sauron, pero Manwë le contestó que, precisamente por eso deseaba que fuese como el tercero, pero entonces Varda alzó la cabeza y dijo solamente – No como el tercero – y esto fue algo que Curumo recordó siempre. Además de estos tres, dos más se unieron al grupo que formarían los Istari: Aiwendil, que fue con Curumo por orden de Yavanna y Pallando, que fue escogido como compañero en el viaje por Alatan.

Los cinco partieron de Valinor encarnados en cuerpos semejantes a los pobladores de la Tierra Media y llegaron a los Puertos Grises, custodiados por Círdan, con el fin de ayudar a los pueblos en su lucha contra el mal ante la inminente reaparición de Sauron.

Curumo es el nombre en quenya de Curunír ´Lan, en sindarin, “el de los hábiles recursos” (curu- = hábil), conocido en las lenguas del Norte como Saruman el Blanco. Los Magos Azules (Ithryn Luin) de los que apenas se conoce nada más acerca de su historia, salvo que fueron al Este y no se les volvió a ver, eran Alatan y su compañero Pallando y no se les conocen otros nombres. Aiwendil, compañero forzoso de Saruman, quien nunca le tuvo en mucho aprecio ni consideración, recibe también el nombre de Radagast el Pardo. El último de ellos, pero no el menos importante, responde de este modo cuando se le pregunta por su identidad: Muchos son mis nombres en numerosos países. Mithrandir entre los Elfos, Tharkûn para los Enanos; Olórin era en mi juventud en el Oeste que nadie recuerda, Incánus en el Sur, Gandalf en el Norte; al Este nunca voy.

El nombre de Olórin parece significar algo relacionado con los sueños y las visiones clarificadoras que aportan sabiduría a quienes se les presentan. “Mithrandir” significa literalmente Peregrino Gris o, también, Mensajero Gris (a menudo se les llamó mensajeros a los Istari) y “Gandalf” se traduce a menudo como el Elfo de la Vara, pues en un principio muchos creyeron que el Peregrino Gris era, en efecto, de raza élfica debido a su estatura y al frecuente trato que mantenía con este pueblo.

De los cinco que partieron para la misión encomendada por los propios Valar, dos de ellos, los Magos Azules, marcharon al Este para no volver más y suele decirse que fueron corrompidos por las malas artes del Enemigo y ya nunca volverán a ver la Tierra de Aman. De los tres restantes se sabe que permanecieron en la zona Oeste de la Tierra Media, donde se desarrollaría principalmente la lucha contra el mal, pero de Radagast poco se dice, ya que se enamoró de las criaturas salvajes desentendiéndose de los problemas de los moradores de Arda y olvidando su misión. De los otros dos, Saruman y Gandalf, se conocen muchas leyendas acerca del modo en que influyeron sobre los pueblos del Oeste.

Desde un principio, ya cuando Varda, poderosa en su intuición, negó que Olórin tuviese solamente la categoría de “tercer enviado” como mensajero de los Valar, crecieron la envidia y los celos en el corazón de Curumo. Cuando, a su llegada a los Puertos Grises, él mismo pasó desapercibido y se enteró, años después, de que Círdan le había entregado el Anillo Nayra a Olórin en vez de a él, la envidia se convirtió en rencor y, poco a poco, todos estos oscuros sentimientos junto con un codicioso deseo de poder, fueron corrompiendo su corazón hacia el mal.

Finalmente, sólo uno de los cinco enviados, Olórin (Mithrandir, Gandalf) consiguió finalizar con éxito su misión. Desde su llegada a Arda, hizo gran amistad con el pueblo de los Elfos, con los Hombres de noble corazón (especialmente los Montaraces) e incluso con los Periannath, o Medianos, un pequeño y casi olvidado pueblo cuya relevancia en la historia de la Tierra Media será absoluta.

Según se cuenta, Gandalf era alegre y bondadoso con los jóvenes y los simples, con los sufrientes y los necesitados, no en vano había visitado muy a menudo los jardines de Nienna, la Valier compasiva que llora por las tristezas de Arda, en el Oeste del Mundo, y allí aprendió la piedad y la paciencia. Era también, sin embargo, rápido y mordaz para la respuesta y la reprensión de los desatinos de quienes creían ser entendidos en todo; no era su propio orgullo, sino el amor hacia todas las criaturas, lo que le llevaba a reprender a quienes lo merecían y por eso todos le amaban. Se dice también que fue siempre de espíritu cálido y acogedor y, sin duda, estas cualidades fueron intensificadas por la posesión del Anillo de Fuego, Nayra, que oponía al fuego destructor de Sauron, el fuego que anima y socorre en la desesperanza a los corazones necesitados de ayuda y comprensión.

Gandalf llegó incluso a perder la vida en el intento por llevar a cabo la tarea que le habían encomendado, ayudando y sirviendo de apoyo a aquellos que quisieron arriesgarse al último enfrentamiento con el Enemigo. Como favor especial, se le devolvió al mundo hasta que completase su gran hazaña y, una vez logrado su empeño, regresó al Oeste al que pertenecía, cruzando los mares en el blanco barco que Círdan construyó, para olvidar en el reposo los males sufridos en Arda y recibir su recompensa por ser el único de los Istari que siempre permaneció fiel a los Valar.

- Por Ithilnen -